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Beatriz de Sardonne, era hija del conde de su apellido a quien las carreras de caballos principiaron a arruinar, rematándolo la Bolsa; murió, pues, dejando a su hija con mil francos de renta, y dicho se está que mil francos de renta son la miseria o el convento.

La idea dominante de Descartes era arruinar la filosofía que á la sazon reinaba en las escuelas; y daba el impulso tan fuerte que hacia temblar el mundo. Es evidente, que este es el fenómeno que naturalmente resta inmóvil en la mente del observador, despues de haber procurado dudar de todo.

Aunque en las ordenanzas se previene que para el servicio de la iglesia se destine un sacristán y tres cantores, lo que se practica es que en estos ministerios se ocupan dos sacristanes mayores con otros tres o cuatro menores y diez o doce muchachos para acólitos, con más una infinidad de músicos, que, aunque estos últimos no dejan de ocuparse en otras cosas, siempre es preciso tener algunos a mano para lo que se ofrezca; y no estando prontos, o pareciéndole al cura pocos los que acuden, ya hay riña sobre que se tira a arruinar el culto divino.

Ese respetable señor que va elegantemente vestido, no es médico pero es un homeópata sui generis: profesa en todo el similia similibus... El joven capitan de caballería que con él va, es su discípulo predilecto... Ese con traje claro que tiene el sombrero ladeado, es el empleado S cuya máxima es no ser nunca cortés y se le llevan los diablos cuando ve un sombrero puesto sobre la cabeza de otro; dicen que lo hace para arruinar á los sombrereros alemanes... Ese que llega con su familia es el riquísimo comerciante C que tiene más de cien mil pesos de renta... pero ¿qué me dirás si te cuento que me debe todavía cuatro pesos cinco reales y doce cuartos?

Pero, desgraciada, ¿de dónde quieres que saque yo ocho mil reales? te figuras, por lo menos, que yo apaleo las onzas. Doña Manuela protestó. Vamos, que ocho mil reales no son una cantidad para arruinar a nadie. Además, ella prometía devolverlos a San Juan; y al ver que su hermano sonreía irónicamente, lo juró con la mano puesta en el exuberante pecho.

La antigua reina del Guadalquivir, que ya solo cobra de este gran rio el tributo de sus aguas sin cansarle con sus bajeles, se ofrecerá á tus ojos como un mayorazgo arruinado que pasa la vida en magestuosa holganza instalado en su espaciosa casa solariega, de cuyas paredes penden empolvadas, desgarradas y descoloridas tapicerías, en otro tiempo magníficas, y entretenido con los ahumados retratos de sus abuelos mientras las goteras acaban de arruinar sus artesones, y en tanto que sus tierras yacen abandonadas á la cizaña, á la oruga y á la langosta.

Los hombres me imploraban con los ojos, como pobres cautivos; las mujeres me enseñaban sus pequeñuelos; los ancianos se ponían de rodillas. Yo era el vencedor que, al arruinar el Casino, talaba su patria, condenándolos á la miseria... Esta plaza estaba negra de gente. Al bajar de mi vehículo vi la escalinata del Casino ocupada por un cortejo grandioso.

Yo trabajaré si es preciso. Pero también a él le aguardaba otra sorpresa por boca de su cuñado, hombre de orden que hacía algún tiempo deseaba rendirle cuentas. Varias hipotecas pesaban sobre sus bienes desde la época en que Fernando llevaba una vida alegre, y a esto había que añadir las fuertes cantidades que adeudaba a la familia. Los viajes con Teri habían devorado mucho dinero. Ojeda quedó perplejo, como si despertase ante el montón de papeles que le presentaba el ingeniero, y lo repelió con gesto de gran señor. Nada adelantaba con examinarlos; lo que decía su cuñado debía ser cierto. El pobre hombre se excusó con humildad. Había tardado en hablar, por miedo a que Fernando se disgustase; él estaba dispuesto a todos los sacrificios; pero tenía dos hijos, Lola andaba en trámites para darle el tercero, y temía sus protestas de mujer ordenada y económica que no quiere dejarse arruinar por un hermano. El ingeniero tenía un proyecto... ¿Por qué no se casaba con una mujer rica? ¡Con su figura y su nombre! ¡Un Ojeda!...

Pero ¿qué puede hacer un hombre honrado en estos tiempos de tan mala fe? ¡Es menester resguardarnos! Vea usted, señor; yo he hecho muchas obras de caridad en este país, cuando tenía cómo hacerlas; no hay uno de esos que me quieren arruinar, que no me deba todo lo que tiene. ¡Yo he sido siempre el mismo con ellos; dos fortunas he perdido por ayudarlos!

Es que ese señor, como es americano, se cree sinduda que estamos tratando con los Pieles Rojas... ¡Hablar de esos asuntos en un vapor! ¡Obligar, forzar á la gente!... Y es ése el que aconsejó la espedicion á Carolinas, la campaña de Mindanaw que nos va á arruinar infamemente... Y es él quien se ha ofrecido á intervenir en la construccion del crucero, y digo yo ¿qué entiende un joyero, por rico é ilustrado que fuese, de construcciones navales?