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Otras hablaban con los acólitos y demás servidores del templo que iban entrando por todas las puertas, soñolientos y desperezándose como obreros que acuden al taller.

La elección de oficios o destinos que se les da a los muchachos, no es a la voluntad de sus padres, sino de los que los gobiernan o los necesitan; para la música elige el maestro de ella los que le parecen más a propósito; los curas emplean los que mejor les parece para acólitos y sirvientes suyos; lo mismo en los demás oficios y ocupaciones, sin que a sus padres les quede el arbitrio de repugnarlo.

El coro, que se llamó despues crucero en su interseccion con la nave central, solia revestirse de mármoles: separábale del presbiterio un segundo cancel, cuyas puertas custodiaban los acólitos. Una escalinata conducia al santuario ó presbiterio. Detrás del altar, á modo de corona, se sentaban en coro los presbíteros, con los obispos á la derecha, y la silla pontifical en el lugar preeminente.

Vistiendo un traje de corte sastre que ella había desechado en París y asombraba aquí á todos por su elegancia, se dedicó con los guantes puestos á la limpieza y arreglo de la casa, marchando al frente de la mestiza gorda y sus dos acólitos. Cuando intentaba predicarles con el ejemplo, se hacía visible inmediatamente su torpeza para esta clase de trabajos.

El jefe de los mecánicos de la flota aérea estaba allí con varios de sus ayudantes para abrir el cofre, cuyo cierre había estudiado durante toda la mañana. Colocaron los esclavos esta caja en el suelo verticalmente, mientras el ingeniero y sus acólitos empezaban á forcejear en la cerradura, sin resultado.

El carro, en su marcha traqueteante, había dejado atrás al gitano y a Salvatierra, que se detenían para hablar. Ya no le veían. Les servía de guía su lejano chirrido y el plañir de la familia, que marchaba a la zaga, acometiendo de nuevo la canturía de su dolor. ¡Adiós, Mari-Crú! gritaban los pequeños, como acólitos de una religión fúnebre. ¡Se ha muerto nuestra prima!...

De tarde en tarde aparecía en Jerez, y esto bastaba para que el Chivo y otros acólitos del difunto Dupont, se ocultaran en sus casas, evitando el mostrarse en las tabernas y cafetines frecuentados por el contrabandista. ¡Aquel gachó venía con las de Caín, y les guardaba ojeriza, por su antigua amistad con el señorito! Y no es que le tuviesen miedo.

El alemán se inclinó en señal de gratitud, y siguió al español, el cual bajó al comedor y pidió un ponche. A la testera de la mesa estaba el gobernador con sus dos acólitos; a un lado había dos franceses. El español y el alemán se sentaron a los pies de la mesa. Pero ¿cómo preguntó el primero habéis podido concebir la idea de venir a este desventurado país?

Con esto, ellos quedaron ciertos del caso y creída la mentira. Vinieron los acólitos y ya yo estaba con un tocador en la cabeza por disimular la corona y fingir la enfermedad; sahuméme con paja y afeitéme de tercianas, con una color de cera amarilla, y mi hábito de fraile, unos antojos y mi barba, que por ser atusada no desayudaba. Entré muy humilde, sentéme, comenzóse el juego.

Me parece que veo al sacerdote, venerable anciano de aspecto dulcísimo como San Vicente de Paul, que, seguido de los acólitos que vestían mantos nuevos y sobrepellices limpias, descendía, trayendo en una mano áureo copón, y en la otra la Forma Inmaculada.