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Pero ¿qué puede hacer un hombre honrado en estos tiempos de tan mala fe? ¡Es menester resguardarnos! Vea usted, señor; yo he hecho muchas obras de caridad en este país, cuando tenía cómo hacerlas; no hay uno de esos que me quieren arruinar, que no me deba todo lo que tiene. ¡Yo he sido siempre el mismo con ellos; dos fortunas he perdido por ayudarlos!

Usted habrá visto arrastrando una existencia de miseria artistas de hermosa voz, que sin embargo cantan en los cafés como mendigos. La gente se indigna contra esta injusticia de la suerte. Hay que ayudarlos, hay que llevarles a la ópera. Y cuando van a ella, el fracaso más desolador acompaña su intento. Saben cantar bien una romanza, pero no pueden con una ópera entera.

Estas animosas palabras produjeron poco efecto en la tripulación china, que, en vez de acampar junto a las fornallas y los toldos, se quedó en la playa, para poderse embarcar más fácilmente. Decididamente, los holandeses no debían contar para nada con aquellos hombres, más dispuestos a huir que a ayudarlos.

Tal vez a usted le sorprenda oírme hablar así... o más bien... debe haberle llamado la atención de que únicamente yo no le diese nunca una broma con Adriana. Confiese que le ha sorprendido. Me hizo pensar, más bien... ¿Lo inquietó? ¡Qué tontera! Yo esperaba, para darles bromas, y para ayudarlos, que se enamoraran los dos completamente.

Por entonces era asistente de Sevilla D. Diego de Merlo, y como este buen señor era fervoroso devoto de las órdenes religiosas, se dispuso con todo el peso de su autoridad, á proteger á los inquisidores, tomándoles en mayor afecto y prestándose á ayudarlos cuanto pudiese en sus diligencias.

Los alanos le asían de las orejas, los ventores de las patas traseras, los perneadores de donde podían, y no era posible ayudarlos. Las damas gemían al ver morir, uno a uno, a los hermosos lebreles amarillos y blancos.

Su vida no era alegre Dios sabe que no pero en fin ¡era la vida! A menudo la desgracia caía sobre ellos; entonces ambos, Roberto con toda su fuerza, Marta en su debilidad, parecían dos niños sin apoyo, abandonados, y yo tenía que intervenir para ayudarlos con mis consejos y darles valor.

Atacada nuestra galera por cinco fustas de Aga Mahamud había perdido mucha gente. Apenas quedaba esperanza de salvación. La chusma de forzados, moros y gentiles, que estaba al remo empezó a rebelarse, gritando en su lengua a los de las fustas que se acercasen sin temor, que ya poca resistencia hallarían y que ellos procurarían ayudarlos y salvarse.

Conocemos muchas propiedades y aplicaciones de la luz, pero ignoramos su esencia; conocemos el modo de dirigir y fomentar la vegetacion, pero sabemos muy poco sobre sus arcanos; conocemos el modo de servirnos de nuestros sentidos, de conservarlos y ayudarlos, pero se nos ocultan los misterios de la sensacion; conocemos lo que es saludable ó nocivo á nuestro cuerpo, pero en la mayor parte de los casos nada sabemos sobre la manera particular con que nos aprovecha ó daña. ¿Qué mas? calculamos continuamente el tiempo, y la metafísica no ha podido aclarar bien lo que es el tiempo; existe la geometría, y llevada á un grado de admirable perfeccion; y su idea fundamental, la extension, está todavía sin comprender.

El poema entero está escrito para contar lo que sucedió a los griegos desde que Aquiles se dio por ofendido: la disputa de los reyes, el consejo de los dioses del Olimpo, en que deciden los dioses que los troyanos venzan a los griegos, en castigo de la ofensa de Agamenón a Aquiles, el combate de Paris, hijo de Príamo, con Menelao, el esposo de Helena, la tregua que hubo entre los dos ejércitos, y el modo con que el arquero troyano Pandaro la rompió con su flechazo a Menelao, la batalla del primer día, en que el valentísimo Diomedes tuvo casi muerto a Eneas de una pedrada, la visita de Héctor, el héroe de Troya a su esposa Andrómaca, que lo veía pelear desde el muro, la batalla del segundo día, en que Diomedes huye en su carro de pelear, perseguido por Héctor vencedor, la embajada que le mandan los griegos a Aquiles, para que vuelva a ayudarlos en los combates, porque desde que él no pelea están ganando los troyanos, la batalla de los barcos, en que ni el mismo Ajax puede defender las naves griegas del asalto, hasta que Aquiles consiente en que Patroclo pelee con su armadura, la muerte de Patroclo, la vuelta de Aquiles al combate, con la armadura nueva que le hizo el dios Vulcano, el desafío de Aquiles y Héctor, la muerte de Héctor, y las súplicas con que su padre Príamo logra que Aquiles le devuelva el cadáver, para quemarlo en Troya en la pira de honor, y guardar los huesos blancos en una caja de oro.