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Todos estos cuadros, que, por ejemplo, se observan en Los Prados de León, en Los Tellos de Meneses, en Los Benavides y en otras muchas comedias suyas, son tan lozanos y enérgicos, que á no estar completamente estragado por las descoloridas imágenes, que en nuestros tiempos se han vendido por poesía, no se puede menos de tributarles nuestra sincera admiración; y por mucho que se repitan, siempre parece nueva la impresión que nos hacen.

Estando en aquellos comentarios ya largo rato hacía el matrimonio, hízose anunciar la marquesa; y poco después entró, llenando el despacho de fragancia, de crujidos de seda cara, y de esa luz especial que irradian, en las moradas tristes y descoloridas, las mujeres hermosas y elegantes.

Me ofreció la única silla, muy usada y no muy sólida, y se sentó ella en la cama, sin cortinas y cubierta con una colcha de flores azules muy descoloridas. Estos detalles se fijaron en mi mente por el contraste entre aquellas cosas miserables y la espléndida belleza y el brillo de juventud de aquella a quien servían de marco.

Los ojos avecindados en el cogote, que parecía que miraba por cuévanos; tan hundidos y oscuros, que era buen sitio el suyo para tiendas de mercaderes; la nariz, entre Roma y Francia; las barbas, descoloridas de miedo de la boca vecina, que, de pura hambre, parecía que amenazaba a comérselas; los dientes, le faltaban no cuántos, y pienso que por holgazanos y vagamundos se los habían desterrado; el gaznate, largo como avestruz, con una nuez tan salida, que parecía se iba a buscar de comer, forzada de la necesidad; los brazos, secos; las manos, como un manojo de sarmientos cada una.

El arte, como la historia, tiene algo de concreto, limitado y relativo; lo abstracto y lo general le matan. Con razón, aunque en términos demasiados absolutos, afirmaba Goethe que en la vida de las llamadas clases altas, que son en todo país las más semejantes y las más descoloridas, no había encontrado ni un átomo de poesía.

Lo cierto es que en ella encontraron a Carmen, asomada y mirando a la calle, tan absorta que no sintió llegar a sus hermanas. Nucha le tiró del vestido; la muchacha se volvió, pudiendo notarse que tenía unas vislumbres de rosa en las mejillas, descoloridas de ordinario. Hablóle Nucha vivamente al oído, y Carmen se apartó del encristalado antepecho, siempre muda y preocupada.

Camila Liénard le recibió con amable sonrisa y le tendió su morena manecita, cuya fina epidermis habían ligeramente rasgado las espinas de los rosales; y dijo la viuda: Estoy encantada de su visita y le pido solamente permiso para acabar este ramo... No tardaré mucho, pero es faena que no puedo aplazar... He visto que necesitaban ser cambiadas las flores que tengo en los jarrones del salón... Hay dos cosas que no puedo sufrir: las cintas descoloridas y las flores mustias.

En todas partes hallábamos puertas de cuarterones, unas recién pintadas, descoloridas y apolilladas otras, numeradas todas; mas en ninguna descubrimos el guarismo que buscábamos. En esta veíamos pendiente un lujoso cordón de seda, despojo de la tapicería palaciega; en aquella un deshilachado cordel.

Nubes descoloridas subían pesadamente en el horizonte, y arrojaban un pálido fulgor sobre los árboles que chorreaban de humedad, y que parecían haberse despojado todavía durante la noche, de una parte de sus hojas. ¡Qué noche!

Después de algunas páginas en blanco, el juez halló este pensamiento que le llamó la atención: «El gozo no tiene tanta virtud para hacer olvidar el dolor, como un nuevo dolor. La noche del 12 de AgostoEntre las dos hojas había algunas flores secas, rígidas y descoloridas, a guisa de señal.