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Actualizado: 30 de junio de 2025
D. Tomas José Boyzo, Escribano público y del número; el Sr. D. Juan de la Elguera, vecino y de este comercio; el Sr. D. Juan Ignacio de Escurra, de este comercio y vecindario; el Sr. D. Manuel del Cerro Saenz, Administrador en los ramos de Policía; el Sr. Teniente Coronel urbano D. Agustin de Orta y Azamor, Sargento Mayor del batallon número 5; el Sr.
No hizo ni un comentario, cuando ni siquiera proclamó la designación que había hecho el muerto, nombrando al italiano desconocido para administrador de la fortuna de su hija. Pero ¿quién es ese hombre, me hace el favor de decir? preguntó la señora Percival, con su voz tranquila y educada. Jamás oí al señor Blair hablar de esa persona.
Cierto es también que en materia de literatura, un oficial de marina que entró á servir en la Aduana al mismo tiempo que yo, con frecuencia echaba su cuarto á espadas conmigo en discusiones acerca de uno de sus dos temas favoritos: Napoleón y Shakespeare; y que también uno de los escribientes del Administrador, aun muy joven y que llenaba, según se decía en voz baja, las blancas cuartillas de papel de la Aduana con lo que á cierta distancia tenía la apariencia de versos, de cuando en cuando me hablaba de libros, como de un asunto que quizá me sería familiar.
Después, y sucesivamente, fué pasando por los estados de rematante de la carne, de los artículos de beber y arder, de tratante en paños y bayetas, recaudador de contribuciones, síndico del ayuntamiento, administrador de correos, alcalde y no recordamos si algún otro cargo más.
Su padre, administrador diocesano que había sido en aquella provincia, se murió el año anterior, dejándole una regular hacienda, setenta u ochenta mil duros, según los bien enterados. Este capital en Lancia le hacía un verdadero potentado. No hay para qué decir que fue el blanco de todos los tiros de las niñas casaderas, su ideal, su sueño dorado. Moro parecía poco inclinado al sexo femenino.
D. Juan tuvo que contentarse con ser el único administrador de aquella prodigalidad gentílica, pero no llegó su influencia a evitar el despilfarro, ni siquiera a conseguir que redundara sólo en provecho propio la generosidad excesiva de su antigua pupila.
Luego, cuando el gentleman iba á acostarse, Flimnap fingió que regresaba á la Universidad, despidiéndose de él hasta el día siguiente, pero se dispuso á pasar la noche en la cama del administrador del almacén de víveres, aunque estaba seguro de no dormir. ¡Mañana! pensaba . ¿Qué pasará mañana?
No le importaba que Febrer tuviese poca fortuna: ella era rica para los dos. Y enumeraba todos sus bienes, tierras, casas y acciones, como un administrador seguro de su memoria. Al regresar a Roma se casarían en la capilla evangélica y en una iglesia católica. Ella conocía a un cardenal que le había proporcionado una visita al Papa. Su Eminencia lo arreglaría todo.
Pero el administrador le contestaba con un gesto de desaliento. ¿Encontrar dinero sobre bienes que estaban en Rusia?... Valiéndose del antiguo prestigio del príncipe, había podido realizar varios empréstitos; mas transcurría el tiempo y los intereses enormes iban acumulándose. Lubimoff, á pesar de haber simplificado sus gastos y suprimido sus pensiones, necesitaba mucho dinero para vivir.
Y como si tratase de afinar su puntería, tiraba sobre las aves y las frutas, tiraba sobre las mariposas con tanto tino que el lego administrador ya no se atrevió á ir á Sapgang sin acompañamiento de guardias civiles, y el paniaguado que divisó de lejos la imponente estatura de Cabesang Tales recorriendo sus campos como un centinela sobre las murallas, renunció lleno de miedo á arrebatarle su propiedad.
Palabra del Dia
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