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Actualizado: 13 de junio de 2025
De resultas se echó el guante al señor Viváis-mil-años, que empezó por negar toda participación en el delito que la justicia perseguía. Pero puesto en el potro, aunque aguantó como un santo dos vueltas de cordel, a la tercera el dolor le deshizo la firmeza, y cantó que no había más que pedir.
Bajó la escalera precipitadamente, montó en el coche y se dejó caer en un rincón. Pero allí su agitación fue en aumento, tenía toda la sangre acumulada en las mejillas; latían sus sienes, temblaban sus manos, sonaban en sus oídos aquellos requiebros delicados en la superficie, en el fondo desvergonzados. Lentamente se despojó del guante de la mano izquierda que acababa de ponerse.
El entusiasmo de los oyentes rayó en delirio. Isagani abrazó á Sandoval, los otros le imitaron; se hablaba de patria, de union, de fraternidad, de fidelidad; los filipinos decían que si no hubiese más que Sandovales en España, todos serían Sandovales en Filipinas; Sandoval tenía los ojos brillantes y se podía creer que si en aquel momento le hubiesen arrojado un guante cualquiera, habría montado sobre cualquier caballo para hacerse matar por Filipinas.
Alborotóse el Gobierno, reunióse al punto Consejo extraordinario en el ministerio de la Guerra y tomóse por primera providencia la de echar el guante al señor Cánovas del Castillo y a otros muchos personajes de cuenta, entre los que se contaban el señor Pulido, el joven Telémaco y el respetable Mentor.
Otra pequeñita, oculta bajo un guante oscuro, asomó entonces por la portezuela, posóse en la de Villamelón, y sin tocar casi en el estribo, viose saltar en tierra la elegante figura de la marquesa de Valdivieso.
El guante de Doña Blanca refiere el mismo suceso que el Handschuh, de Schiller, sin otra diferencia que el lugar de la escena es la corte de Portugal. En La prueba de los ingenios admiramos la misma fábula oriental, que ha sido adoptada en las novelas del Occidente, cuyo origen parece ser el Heft peiger, de Nisami, tan famoso por el Turandot de Gozzi.
No se detuvo en melindres hipócritas, ni preparó el terreno, ni dejó trascurrir siquiera el tiempo de cortesía, como hacen la mayor parte de las madrastras; desde el primer momento reveló que Miguel no le agradaba y le declaró la guerra; por lo menos tuvo el mérito de la franqueza. Aquél tardó bastante tiempo en recoger el guante.
Por último, un brazo que podía ser un tanto largo, pero que, bajo fino y suelto guante de piel de Suecia, tenía yo no sé qué encanto voluptuoso, mil veces más ático y más puro que el que revela un pie bien calzado cubierto por una media de seda obscura.
La Parte trigésima de comedias famosas de varios autores, Zaragoza, 1636, contiene las siguientes: Lo que son juicios del cielo, La doncella de labor, ambas de Montalbán; La dama duende, La vida es sueño, de Calderón; Ofender con las finezas, de Jerónimo de Villayzán; La mentirosa verdad, de Juan de Villegas; El marido hace mujer, de Antonio de Mendoza; Casarse por vengarse, de F. de Rojas; El privilegio de las mujeres, de Montalbán; Pérsiles y Segismunda, de Rojas; El guante de Doña Blanca, de Lope; El catalán Serrallonga, de Coello, Rojas y Luis Vélez de Guevara.
Pues claro... con vestidos de cierto color.... Frígilis encogió los hombros. Pero mis semillas, mis semillas ¿quién me las ha echado a rodar? El gato, ¿qué duda tiene? el gatito pequeño, el moreno, el mismo que habrá llevado el guante a la glorieta... ¡es lo más urraca!... En la pajarera de Quintanar cantó un jilguero.
Palabra del Dia
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