Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 13 de julio de 2025
María Valdivieso se quedó muy edificada, y las dos primas salieron, cogiendo Currita, distraída con la conversación, un guante blanco y otro negro. Echó de ver su error al ir a ponérselos, ya cerca del teatro, y quiso volver a su casa para cambiarlos.
Frígilis olvidó el guante y el gato, y quedó arrobado oyendo el repiqueteo estridente, fresco, alegre del jilguero de sus amores. Petra escondió en el seno de nieve apretada el guante morado del Magistral.
Que recoja su guante y reconozca que ha hecho mal, y no volveré á hablar del asunto. Mala centella lo parta si tal hace, murmuró Gualtero. ¿Lo oís, joven? preguntó Germán. El escudero ofendido olvidará el golpe si le decís que habéis obrado precipitadamente. No puedo decir tal cosa, declaró Roger.
Dos veces se movió un poquito, disponiéndose a descender, y, al sentir sobre sus mejillas ruborosas la mirada inquisitorial de Krilov, permaneció como clavada en su sitio, sin retirar la mano de la barandilla en que se apoyaba. Su guante negro, con un dedo algo descosido, temblaba un poco.
Le daban vergüenza aquel guante y aquel dedo minúsculo, tímido, desamparado; pero no tenía fuerza para levantar la mano. «¡Muy bien! ¡Muy bien! pensaba Krilov . Estoy muy contento. De buena gana huirías; ¡pero no, pequeña! Será una buena lección para ti. Esto te enseñará a ser más prudente. ¡La vida no es lo que tú te creías!» Se imaginó la vida de aquella muchacha.
La presencia de una señora con sombrero y vestido de seda, y la de un varon con sombrero de jipijapa, frac y guante, no dejó de causar cierta sensacion en las gentes que allí comian; pero al poco tiempo cada cual atendió á su plato, y nosotros quedamos libres de miradas y gestos. Las mesas están mondas y lirondas; pero son de piedra roqueña, y no ofrecen nada que pueda repugnar.
Y si la niña le tirase un guante diciéndole: Bésalo, quisiera ver en qué forma se negaba a besarlo. ¿Te vas calmando, Gonzalo? dijo disparándole una sonrisa capaz de volver loco a San Antonio. Así, así. Bueno, pues ahora hablemos en serio... hablemos de nuestra situación... Gonzalo se puso serio.
Adiós, señor cura, mañana pasaré á verle en su rectoral. Adiós, D. Primitivo. Adiós, señor Rodríguez, que no deje usted de visitarnos con frecuencia. Adiós, D. Juan. Adiós, D. Marcelino. Octavio se había quitado un guante apresuradamente, y al dar la mano á la señora de la casa le dijo en voz baja: ¡Qué felices son algunos claveles, condesa! Todos partieron.
¿Qué dice usted que no le entiendo? contestó Petra desde el patio. Digo que ayer me retiré yo de la huerta cerca del obscurecer, que dejé allá dentro unas semillas envueltas en un papel... y ahora me encuentro la simiente revuelta con la tierra en el suelo, y sobre una butaca este guante de canónigo.... ¿Quién ha estado aquí de noche? ¡De noche! Usted sueña, D. Tomás. ¡Ira de Dios!
Y allí estaba Visanteta, la pobre enferma, sentada en la puerta de la ermita mirando fijamente su delantal, como hipnotizada por el brillo del puñado de plata; duros, pesetas dobles y sencillas, monedas de cincuenta céntimos; todo el contenido del bolso; hasta un botón de oro que debía ser de algún guante. Rafael participaba del asombro. ¿Pero quién era aquella mujer?
Palabra del Dia
Otros Mirando