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Actualizado: 13 de julio de 2025


Pendientes de la ancha charpa, de cuero también, que ceñía su cintura, había un revólver a un lado y al otro lado un enorme cuchillo de monte. En la mano derecha cubierta de guante de gamuza, tenía una escopeta de dos cañones, que descansaba en el suelo y sobre la cual se apoyaba. Por bajo, había un rótulo que decía: al ir a caza de tigres.

Era una prueba, no sabía de qué, pero adivinaba que sin saber ella cómo ni cuándo, aquella prenda podía llegar a valer mucho. «¿Y qué probaba aquel guante respecto a la santidad de la señora? Que era una hipócrita. ¡Si no fuera por el Magistral!». Los Vegallana y sus amigos estaban asustados.

Principiada la misa, Beatriz advirtió que Gonzalo de San Vicente, vestido como dijera la dueña, se arrodillaba sobre el guante, hacia la nave opuesta, observándola de hito en hito al santiguarse. Ella correspondió con tierna mirada, y, bajando luego la cabeza, suspiró profundamente volviendo los ojos al libro.

Lo que te puedo asegurar es que un día fui al salón del Conservatorio a oír los cuartetos y me gustó tanto, que estaba embelesada... Aquello era un coro de serafines con guante blanco. ¡Qué sensaciones tan delicadas! Yo me remontaba a un cielo que también era salón. ISIDORA. Te diré... Oyendo aquella música, yo me olvidaba de todo y bendecía a Dios, que no me ha hecho vulgo... Vamos a otra cosa.

Destacado en la oficina árabe, está rebajado del servicio de cuartel y siempre se le ve en la calle, de guante blanco, recién rizado, con grandes cartapacios bajo el brazo. Es admirado y temido. Es una autoridad. No hay duda; aquella historia del rosario robado lleva trazas de no acabarse nunca. ¡Buenas tardes! No espero el final. Al marcharme, está en efervescencia la antecámara.

Hasta ahora mi vocación es más bien vaga, lo confieso. ¡Qué lástima que la abuela encuentre tan inconveniente el quedarse soltera! Creo que me estaría como un guante la vocación del celibato. 4 de octubre. La abuela ha tomado en serio su idea del matrimonio.

Los detenidos por el resello de monedas, hasta diecisiete, escaparon todos, desperdigándose por la ciudad, y otras de varios delitos salieron con ellos, sin que fuera posible nunca más echarles el guante, pues bien procuraron huir de las garras de alguaciles y tropas.

He venido aquí acompañando á mi señor, dijo, y en la inteligencia de que me rodeaban ingleses y amigos. Pero ese escudero me ha hecho un recibimiento brutal y lo ocurrido es culpa suya. Pronto estoy á recoger mi guante, mas ¡por Dios vivo! no sin que antes me pida él perdón por sus palabras y ademanes. ¡Basta ya! exclamó Tránter encogiéndose de hombros.

Pero como estoy ya cansado de que me echen el guante, trato de echar un guante de oro al escribano para que se le entorpezcan los dedos... y me urge... y me duele dejar á medio roer este pichón... pero os dejo... ¿Os vais? dijo Montiño poniéndose de pie. ¡Oh! ¡no! vos no tenéis nada que ver con la justicia dijo Dorotea : almorzad al menos, caballero... si no es ya que os sepa mi almuerzo mal.

Yo acaricio mil boletos entre la mano y el guante. «¡Vamos a ganar, Jorge, vamos a ganar!» Y haciendo una confusión lamentable entre política y carreras, añado: «¡No hay que hacerle; los radicales se lo llevan todo por delante! ¡No se puede con ellos!» ¡Ay, nuestro favorito derrotado! «Vadarkblar» sólo da que hablar como perdedor.

Palabra del Dia

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