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Desde entonces educó a la niña sin esperanzas de salvarla; como si cultivara una flor podrida ya por la mordedura de un gusano. No esperaba nada, pero cumplía su deber. Se discutió el caso fisiológicamente. Se formaron partidos; unos decían que bien podía ser, y se citaban multitud de ejemplos de precocidad semejante.

Yo también me haría defensor suyo si ella lo hubiera menester; pero está en una edad en que antes necesita guía que defensa. ¿Quién puede pensar en hacerla daño? Eso , si sucediera, si alguien cometiera con ella una mala acción, lucharía con todas mis fuerzas por salvarla.

Viéndose el corregidor desengañado, y cerciorado que procuraban quitarle la vida, se vió precisado á emprender la fuga para salvarla, y desde la misma casa de Herrera salió al campo, sin llevar prevencion alguna para el camino, y tomando el de Cochabamba, logró asilarse en la villa, capital de aquella provincia.

Y se acercan los rugidos, los gritos son más intensos, y ya se ven las centellas que arrancan los cascos férreos de los duros pedernales en su escape turbulento. ¡Santo Allah! ¡si fuese ella! exclama Ataide partiendo como un rayo hácia el peligro, de ansiedad henchido el pecho, enardecido, magnífico, ardientes los ojos fieros, en el alma acariciando de una esperanza el misterio, y exclamando miéntras corre más veloz y más intrépido: ¡Ah, no! ¡que no sobrevengan los altivos caballeros, ni los monteros feroces, ni los irritados perros! ¡Yo solo, yo, con tu amparo Santo Allah, salvarla quiero!

»En seguida se alejó precipitadamente. »Es alguno le dije, que ha querido burlarse de usted. »No, no me contestó haciendo la señal de la cruz; porque me ha parecido oír la voz de Carlos que venía a salvarla. »¡Carlos! exclamé; es imposible. », eso mismo he pensado yo; pero mi corazón me ha dicho que era él. Cuando se alejaba, después de estrechar mi mano, grité: »¡Carlos! ¡Carlos!

Después la había admitido forzado por ella, por secundarla, por salvarla, cuando la rusa creía aún salvarse por ese medio.

Toda la vida juntas; toda la vida unidas por la orfandad necesitada de defensa, por la alegría que colorea la pobreza, por el deseo de crearse una posición antes de que terminase su juventud, ¡y verla morir ante sus ojos, entre tormentos desgarradores, sin poder salvarla, sin encontrar el medio de hacer plácidos y dulces sus últimos instantes!...

La dulzura de Germana, el encanto que ejercía sobre todos los que la rodeaban, lo bien que pagaba a los que la servían y la poca esperanza que se tenía de salvarla, inspiraron buenos sentimientos a aquel criado de contrabando. Sabía mucho mejor descerrajar una puerta que preparar un vaso de agua azucarada, pero se esforzó en no parecer un novicio y lo consiguió.

Aunque no cuadraba a la dignidad aristocrática de aquella mujer ni mostrar angustia y terror en el semblante, ni pedir socorro a gritos, Morsamor, a la vez que sintió en el alma una jamás sentida y amorosa admiración y un irresistible impulso que hacia aquella mujer le llevaba, sintió también o más bien comprendió, como si un genio o espíritu invisible le hablase al oído, que aquella mujer se hallaba en el peligro más espantoso, y que él debía a toda costa libertarla y salvarla.

De Laguimanoc á su matriz Atimonan, hay que cruzar de costa á costa separada una de otra por un accidentado camino de bosque, que mide por lo más corto 18,50 km. Esta larga distancia y lo penoso de salvarla, hace no comprendamos cómo no depende Laguimanoc de Pagbilao, adonde es mucho más corto y más cómodo el llegar, bien por agua, ó bien por el camino de la playa.