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Actualizado: 29 de julio de 2025
Lo terrible es cuando se lo llevan, y no queda nada y hay que abrazarse para siempre al recuerdo... Yo me consideraba el otro día, al separarme de ti, el más infeliz de los hombres, y ahora pienso con envidia en aquellos instantes. ¡Te veía aún!... Y ahora cada momento que transcurre me aleja más de ti; cada vuelta de las hélices establece una separación mayor entre nosotros; un minuto representa centenares de metros; una hora una distancia enorme, que no podríamos salvarla en un día aunque marchásemos apoyados el uno en el otro, mirándonos en los ojos, olvidados del mundo.
Se detuvo para darle tiempo de contestar, de decir algo; pero el Príncipe le miraba sin despegar los labios. ¿Parece, entonces, que la generosidad de que estaba usted animado en los primeros días, cede, por fin, y ya no le importa a usted tanto salvar a la reo? ¿Salvarla?... ¿Me engaño, entonces? ¿Finge usted asombro o ignorancia?... Ambos están de más. La amiga de usted ha confesado. ¿Qué?
Mintió usted cuando reconoció ser el amante de su correligionaria; pero esa mentira, por lo menos, le fue casi arrancada por la esperanza de salvarla; mas ¿por qué ocultó usted los sentimientos que profesaba últimamente a la otra desgraciada?... El Príncipe temblaba: la Natzichet había dicho la verdad.
Una revolución radical, empero, se había estado operando en la República, y el haberla comprendido a tiempo habría bastado para salvarla. Rosas, elevado por la campaña y apenas asegurado del Gobierno, se había consagrado a quitarle todo su poder.
Al ser entregado el cuerpo de la madre Shipton a la nieve, don Jorge llamó aparte al Inocente y le mostró un par de zuecos para nieve, que había fabricado con los fragmentos de una vieja albarda. Hay todavía una probabilidad contra ciento de salvarla; pero es hacia allí añadió señalando a Poker-Flat. Si puedes llegar en dos días, cantaremos victoria. ¿Y usted? preguntó Tomás.
No llores, chiquita dijo el anciano médico apretándole la cabeza contra su pecho ; no hay motivo aun para alarmarse... Yo haré lo que pueda y más de lo que pueda para salvarla. ¡Sí, sí, don Máximo..., hágalo usted por cuanto más ame en este mundo!..., ¡por la memoria de su esposa, a quien usted quería tanto!
No olvide usted que la vida de la señora duquesa está en peligro y que yo respondo de salvarla, puesto que usted me proporciona los medios. ¡Qué diablo! Es usted el que me los proporciona a mí. Hace una hora que me está usted hablando como el peripatético del Matrimonio forzado. ¡Al grano, doctor, al grano! A eso voy. ¿Ha visto usted nunca en París al conde de Villanera?
Por una madre morir, Leonor, es muerte envidiable. ¿Quisieras tú que temblando viera derramar su sangre, o si salvarla pudiera por salvarla no lidiase? LEONOR. Pues bien, iré yo contigo; allí correré a abrazarte entre el horror y el estruendo del fratricido combate. Yo opondré mi pecho al hierro que tu vida amenazare; sí, y a falta de otro muro, muro será mi cadáver.
Después de las convenientes explicaciones y de saber D. Gregorio cuál es mi familia y los bienes de fortuna que poseo, D. Gregorio, no sólo ha consentido, sino que ha dispuesto que nos casemos cuanto antes. Doña Juana, a regañadientes, ha tenido que consentir también, a lo que ella entiende para salvar su honor. Y hasta me ha quedado muy agradecida, porque me sacrifico para salvarla.
Palabra del Dia
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