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Y se acercan los rugidos, los gritos son más intensos, y ya se ven las centellas que arrancan los cascos férreos de los duros pedernales en su escape turbulento. ¡Santo Allah! ¡si fuese ella! exclama Ataide partiendo como un rayo hácia el peligro, de ansiedad henchido el pecho, enardecido, magnífico, ardientes los ojos fieros, en el alma acariciando de una esperanza el misterio, y exclamando miéntras corre más veloz y más intrépido: ¡Ah, no! ¡que no sobrevengan los altivos caballeros, ni los monteros feroces, ni los irritados perros! ¡Yo solo, yo, con tu amparo Santo Allah, salvarla quiero!

En aquellas horas pasadas al aire libre Magdalena pareció recobrar más que nunca sus debilitadas fuerzas; ahora creo poder separarme de ella sin temor a que sobrevengan complicaciones de ningun género.

En resolución, y para no cansar más, diré que no columbro por parte alguna el advenimiento del superhombre, sin que sobrevengan a la vez contradicciones irresolubles. Posible es, no obstante, que el superhombre sobrevenga. Pero, ¿quién me asegura que sea mejor moralmente que el hombre de ahora, y que no sea, con más saber y poder, desmandado y perverso?

Los síntomas de parálisis que se hallan entre los efectos del acónito, proceden de varios casos de envenenamiento, que admitimos y mencionamos desde este momento, aunque sus análogos sobrevengan en un estado agudísimo ó crónico, porque entran en su esfera de accion como efectos de congestiones activas en los centros nerviosos.

Conocíase adorado Cervantes por la hermosísima doña Guiomar y por la bellísima Margarita amado, y dolíale, y no sabía qué hacerse, y acometíanle un tumulto de tentaciones que consigo mismo le enemistaban; porque si bien él era mozo galanteador que no reparaba en inconvenientes, hasta entonces, como ya se ha dicho, con amor no había dado que le obligase y en tristezas y cuidados le pusiese; y encontrábase entre dos mujeres, ambas merecedoras de todo respeto y homenaje; y puesto que Margarita le pareciese hermosa a maravilla, y dulce y enamorada, parecíale doña Guiomar una divinidad; y no había lugar a que dudase; que tratándose de que perdiese su libertad bajo el yugo, tal vez durísimo, del himeneo, doña Guiomar era sin contradicción y sin sombra de duda su escogida y su bien amada; y como él no pudiera partirse en dos, o no hubieran de llegar a hechos las tentaciones que por Margarita sentía, o había de tenerla por amiga, cosa que los hidalgos y cristianos pensamientos de Cervantes repugnaban; que tratándose de una doncella tal, y tan mal aventurada, y tan cuitada como Margarita, infamia hubiera sido, prevaleciéndose de sus inocentes amores y de sus desdichas, perderla en la deshonra como una hembra de poca valía, en malos pañales criada y a todo puesta; así es que Cervantes no sabía qué hacerse; que si los amores de Margarita, que ya se mostraban harto claros, no aceptaba, heríala a un tiempo en su vanidad y en su amor, y aceptándolos la perdía y a doña Guiomar ofendía, y él mismo se ofendía en mismo en las dos; que no se puede ir por un mal camino sin exponerse a caer en los despeñaderos que en él se encuentran, y tanto más, que estos caminos malos son resvaladizos, y una vez entrados en ellos, atrás no podemos volvernos y nuestra perdición es segura, y quien en el peligro se mete conociéndole, las desventuras que le sobrevengan merece.