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Esta circunstancia hubiera hecho que las gentes no se sorprendieran absolutamente, en el caso de que cometiera un crimen después de largos años de conducta inofensiva, particularmente si tenía cierta reputación de instruido, o si demostraba cierta habilidad en un oficio.

Yo también me haría defensor suyo si ella lo hubiera menester; pero está en una edad en que antes necesita guía que defensa. ¿Quién puede pensar en hacerla daño? Eso , si sucediera, si alguien cometiera con ella una mala acción, lucharía con todas mis fuerzas por salvarla.

Díjele con los míos que no cometiera una indiscreción; entendióme, y la añadí de palabra y sonriéndome que no era el estropicio aquél motivo para que se asustara tanto, aludiendo a los platos rotos, mientras Tona arrimaba al del juez municipal dos medias fuentes bien colmadas de potajes, algo pasmadona por lo que había pescado del relato, pero seguramente más por el desastre de la vasija, que había arrancado el grito a su madre.

La persona a quien se encomienda, si es cierto lo que usted me dice, me parece dignísima y me lleva, entre otras muchas ventajas, la de la antigüedad. Pero sobre todo, aunque en efecto se cometiera conmigo una injusticia, ¿a qué viene esa alteración? ¿A qué vienen esos insultos a personas respetables por cuya cabeza no habrá pasado la idea de hacerme daño alguno?

Durante las pocas semanas que habían transcurrido desde que se cometiera el robo, había tomado la costumbre de abrir la puerta y de mirar de tiempo en tiempo hacia afuera, como si pensara que su plata había de volverle de un modo o de otro, o que algunos indicios, algunas noticias de su tesoro se encontraran misteriosamente en marcha y fueran susceptibles de ser apercibidos de los esfuerzos de su mirada o la intención de su oído.

Enterada de los incidentes desagradables ocurridos en la familia Aubry, unió sus esfuerzos a los de la señora de Martholl, para que Huberto no cometiera la falta de entrar en una familia amenazada por la ruina.

Se vistió deprisa, cogió papel que tenía el mismo olor que el del Magistral, pero más fuerte, y escribió a don Fermín una carta muy dulce con mano trémula, turbada, como si cometiera una felonía. Le engañaba; le decía que se sentía mal, que había tenido la jaqueca y le suplicaba que la dispensase; que ella le avisaría....

Algunas vestales viejas murmuran de ella, pero mas obras de beneficencia hace ella sola que todas juntas las que la muerden; no cometiera la mas leve injusticia por todos los intereses del mundo; á su amante le da siempre consejos generosos; solo su gloria la ocupa, y se sonrojaria él si en su presencia malograra una sola ocasion de obrar bien; porque no hay mayor estímulo para virtuosas acciones, que tener por juez y testigo de su conducta una amada cuyo aprecio anhela uno á merecer.

La idea de la reivindicación humana la entusiasmaba, los actos la repugnaban. ¿Quiso alguna vez impedir a usted que cometiera esos actos? ¿Intentó disuadirle de sus trabajos? Muchas veces. ¿De qué modo? Diciéndome que en el amor, no en el odio, está el remedio. ¿La ponía usted al corriente en sus secretos políticos? En un tiempo. ¿Y ahora no? ¿Trató ella alguna vez de sorprenderlos? ¡Oh! ¡Nunca!

A éste sucedió la Jara en el mando de la expedición, que por abusos que cometiera fué relevado por Ronquillo, que ejerció en Manila las funciones de Maestre de campo. Su segundo, García Guerrero, derrotó al Sultán de Mindanao Buhisan y á los 600 auxiliares que le habían sido facilitados en Tarnate, los cuales murieron casi todos en aquel sangriento combate.