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Actualizado: 29 de junio de 2025


LEONOR. ¿Y me dejarás aquí? MANRIQUE y LEONOR MANRIQUE. Un secreto, Leonor... que vas a despreciarme; ya era tiempo... esa gitana, ésa, Leonor, es mi madre. LEONOR. ¡Tu madre! MANRIQUE. Llora si quieres; maldíceme porque infame uní tu orgullosa cuna con mi cuna miserable. Pero déjame que vaya a salvarla si no es tarde; si ha muerto, la vengaré de su asesino cobarde. LEONOR. ¡Eso me faltaba!...

Su trato me deleita; celebro su discreción; le oigo hablar con gusto; pero de esto a desear ser suya y casarme con él hay todavía mucha distancia. No quiero salvarla de un brinco. Aquí, para entre nosotras, algunas veces he sentido inclinación a ir por esa senda, a andar ese camino, y sabe Dios si lo hubiera andado sin estos tropezones que ha habido; pero, en fin, aún no lo he andado.

¡Pobre ciudad! no bastaba que hubiese sufrido los horrores del hambre y la anarquía: faltaba aun que la insultasen sus verdugos. ¿Quién vendrá ya á salvarla? ¿quién podrá ya venir siquiera á dulcificar sus postreros instantes de amargura?

Sin duda a estas horas usted sabe ya lo que ha pasado; pero yo he querido confirmarle personalmente que su amiga ha sido asesinada. La Natzichet ha confesado su delito, y el Príncipe, que se había callado en la esperanza de poder salvarla, ha confirmado su confesión. Roberto Vérod permanecía mudo y confuso. ¿Está usted contento ahora? El joven no contestó.

La voz del rey, al decir esto, temblaba de un modo particular. A pesar de mi protección, señor dijo sonriendo la reina , se han puesto grandes tentaciones delante de doña Clara, y á no ser ella tan honrada, tales han sido algunas, que todo mi poder no habría podido salvarla...

: de una afección del pecho. ¿Sabía lo que tenía? Sin duda. No era posible ocultarle nada. Era tan inteligente y valerosa, que las mentiras compasivas eran inútiles con ella. ¿No se podía tener esperanzas de salvarla? Su enfermedad era de aquellas sobre el desenlace de las cuales no cabe engaño, pero que mediante un régimen apropiado permiten vivir aún largos años.

Y en cuanto a Poldy, unos aseguran que se ahogó bañándose, y dan otros por cierto que, de propósito y movida por la desesperación, se arrojó desde una barca en la vaguada o centro mismo de la corriente del Danubio, y hasta añaden que con una gruesa piedra atada al cuello, para hundirse en el fondo, para que nadie pudiera salvarla y para que no resurgiese y se encontrase su cadáver.

Gritó, agitando su sable, para avisar el peligro; pero la pesada gavilla fué más rápida que su voz, y vino á caer sobre la poetisa, doblándola bajo su fardo asfixiante. Corrieron á salvarla los oficiales que habían echado pie á tierra y muchos de los curiosos privilegiados.

Muy cerca respondió el comandante . Pedro Santaló tenía una barca catalana que, habiendo dado a la vela para Cádiz, sufrió un temporal y naufragó en la costa. Todo se perdió, el buque y la gente, menos Pedro, que iba con su hija; como que a él le redobló las fuerzas el ansia de salvarla. Pudo llegar a tierra, pero arruinado; y quedó tan desanimado y triste, que no quiso volver a su tierra. Lo que fue labrar una choza entre esas rocas con los destrozos que habían quedado de la barca, y se metió a pescador.

En una palabra; esto puede ser la vida y puede ser la muerte; es una probabilidad, no es la certidumbre de salvarla... Los ojos de ambos estaban nublados de lágrimas. Ya no había en aquellos dos hombres encono ni aversión: la amenaza de la muerte parecía restaurar en sus corazones la fraternidad que su pensamiento había roto. Esperaremos dijo tímidamente Marcelo al cabo de unos instantes.

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