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Mientras María participaba con el gran cantante de la desaforada ovación que le ofrecía un público, que de rodillas los veneraba humildemente, se representaba una escena de diferente carácter en la pobre choza de que ella saliera poco más de un año antes. Pedro Santaló yacía postrado en su lecho. Desde la separación de su hija no había levantado cabeza.

Se persuadió, pues, con Pedro Santaló de que su hija era un ángel, y con la tía María, de que era un portento.

Aquel pobre corazón hipertrofiado, que como un trágico reloj contó las horas del hambre, del abandono y de la lucha grotesca y terrible para buscar un poco de calderilla, a las cuatro de la madrugada, iba como un polichinela roto, dando tumbos por las encrucijadas de la miseria. Hace algunos meses Santaló estaba contento.

Ha escrito que iba a ponerse en camino y pronto la veremos llegar. Santaló volvió a caer en su letargo. Una hora después recobró el sentido, y fijando sus miradas en la tía María, le dijo: Tía María, he pedido a mi divino Salvador, que se ha dignado venir a , que me perdone, que la haga feliz y que le pague a usted cuanto por nosotros ha hecho.

respondió , y de camino, a ver a la hija del tío Pedro Santaló, que está mala. ¿Quién? ¿La Gaviota? preguntó Momo . No lo crea usted. Si la he visto ayer encaramada en una peña y chillando como las otras gaviotas. ¡Gaviota! exclamó Stein. Es un mal nombre dijo el comandante que Momo le ha puesto a esa pobre muchacha.

Pues bien, que tome el de su padre: Santaló. No, señor dijo la condesa . Es preciso que acabe en i para que le prestigio; mientras más íes, mejor. En ese caso dijo Rafael , que se nombre Misisipí. Consultaremos a Polo dijo la condesa . Y a propósito, ¿dónde se ha escabullido nuestro poeta?

Tía María decía Pedro Santaló a la buena anciana , ahora que podemos morir en paz. Es cierto respondió esta ; pero también podemos vivir contentos, y esto es mejor. ¿Es posible que no sepas contenerte, cuando tomas el vaso en la mano? decía Dolores a su marido . Cuando sueltas las velas, no hay cable que te sujete. ¡Caramba! replicó Manuel . Si me he venido, ¿qué más quieres?

¿Quién me ha metido a en este villorrio, entre este hato de villanos? exclamó la mujer, furiosa . ¿Quién me ha casado con este rapabarbas, con este mostrenco, que después de haberse comido la dote que me envió el duque, se atreve a insultarme? ¡A , la célebre María Santaló, que ha hecho tanto ruido en el mundo!

Si antes me lo hubiese usted dicho, antes hubiese yo venido aquí con el señor, que es un médico de los pocos, y que en un dos por tres se la va a usted a poner buena. Pedro Santaló se levantó bruscamente, se adelantó hacia Stein; quiso hablarle; pero de tal suerte estaba conmovido, que no pudo articular palabra y se cubrió el rostro con las manos.

Muy cerca respondió el comandante . Pedro Santaló tenía una barca catalana que, habiendo dado a la vela para Cádiz, sufrió un temporal y naufragó en la costa. Todo se perdió, el buque y la gente, menos Pedro, que iba con su hija; como que a él le redobló las fuerzas el ansia de salvarla. Pudo llegar a tierra, pero arruinado; y quedó tan desanimado y triste, que no quiso volver a su tierra. Lo que fue labrar una choza entre esas rocas con los destrozos que habían quedado de la barca, y se metió a pescador.