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D. Eugenio de Ochoa, que las reimprimió, pensaba que el escritor brilla más en ellas por la novedad de los pensamientos y la valentía de los giros, que por la pureza y corrección del lenguaje ; Bermúdez de Castro, en el supuesto de que todos los personajes de la corte de Francia querían testimonio de su estilo y de tener que poner en prensa el ingenio para discurrir lisonjera y graciosamente sobre fútiles consultas, alaba al escritor fácil y sentencioso, moralista divagador al gusto de la época, entendiendo que por estar entonces menos formada la lengua francesa que la nuestra, se enriqueció con los giros que introducía el español proscripto .

Por una rápida sucesion de recuerdos y sensaciones vive mi mente en pocos instantes un período de dos siglos, y desde el reinado del ilustre Omeya proscripto hasta el gobierno del altivo Al-Mansúr, todos los timbres de gloria y grandeza de los hijos de Moavia que tienen relacion con la célebre aljama pasan por ante mis ojos como fantásticos cuadros de un largo delirio de sensualismo que quizá no volverá á reproducirse en el mundo.

Sarmiento mismo le ha llamado «el génesis de la Pampa» , y él mismo dice que nadie ha caracterizado mejor la fisonomía de su libro que el historiador López cuando lo llamó «historia beduína» . «López no se da cuenta del origen de sus impresiones» agrega . «El vió escribir el Facundo sin archivo en país extranjero, al tiempo que rendía exámenes de latín escaso en De Bello Jugurthæ, de Salustio, y ya sabemos la indeleble y eterna asociación de las ideas» . Y apoyándose en la recóndita y lejana asociación juvenil que cree ver en el juicio del compañero proscripto de otro tiempo, Sarmiento insiste con orgullo: «Es el Facundo el Jugurta argentino; el libro sin asunto, porque la guerra contra el caudillo númida, escapando en el Sahara a las pesadas legiones romanas, no marca en la historia; es apenas un episodio sin consecuencia.

El vengativo Monarca trató otra vez de deshacerse del autor por medio de dos irlandeses pagados por el Conde de Fuentes para matarle: les fueron ocupadas en Londres las cartas acusadoras, y confesado el intento, sufrieron la última pena . El Rey de España fracasó igualmente en el empeño de despertar contra el proscripto los recelos de la corte de Inglaterra .

Todo lo que hay de civilizado en la ciudad está bloqueado por allí, proscripto afuera, y el que osara mostrarse con levita, por ejemplo, y montado en silla inglesa, atraería sobre las burlas y las agresiones brutales de los campesinos. Estudiemos ahora la fisonomía exterior de las extensas campiñas que rodean las ciudades y penetremos en la vida interior de sus habitantes.

Corría el año de 1610 cuando mano alevosa cortó el hilo de la vida de Enrique IV, aunque tibio, protector todavía del proscripto; y como produjera la ocurrencia embajada extraordinaria de España confiada al Duque de Feria, acudió ansioso buscando la nueva que esperaba. El Duque no había recibido órdenes que le concernieran .

Sin embargo, había una situación peor aún; la que le esperaba cuando el vil secreto se descubriera; así es que el deseo que siempre triunfaba en él de todos los demás, era alejar al desgraciado día en que tendría que soportar las consecuencias del resentimiento violento de su padre por la herida causada al orgullo de su familia, en la que tendría que renunciar quizás a aquel bienestar y a aquella dignidad hereditaria que, al fin y al cabo, era una razón para vivir, llevando consigo la incertidumbre de que estaba proscripto para siempre de la vista y de la estima de Nancy Lammeter.

Sobre todo, por lo fantástico y extemporáneo que fuese aquel gran sistema a que se encaminan y precipitan todos los pueblos americanos ahora, era por lo menos ligero y tolerable para los pueblos; y por más que los hombres sin conciencia lo vociferen todos los días, Rivadavia nunca derramó una gota de sangre ni destruyó la propiedad de nadie, y de la presidencia fastuosa descendió voluntariamente a la pobreza noble y humilde del proscripto.

En Inglaterra, en Francia, en España, el juicio y la opinión de Antonio Pérez eran, como se ve, de paridad nada envidiable: si el Gobierno, en la última de estas naciones, en la patria del desdichado, dejaba sin respuesta las súplicas; si las personas á quienes particularmente pedía recomendación en su favor el proscripto ocultaban la verdad y alimentaban vagamente la esperanza, á piadoso engaño, no á cruel animosidad, obedecían.

Así, por satisfacer la vanidad de este hombre, os ruego se le complete la referida suma de cuatro mil escudosDe todos modos, empeoraban la situación crítica del proscripto el peso de su inutilidad, la humillación del descrédito, la necesidad apremiante de la subsistencia, instándole á redoblar las diligencias que le abrieran la puerta del destierro.