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Además de las antiguas relaciones de viajeros, ya citadas, las cartas de Mme. de Villars, esposa del embajador francés, que vivió en Madrid de 1679 á 1681, contienen algunas noticias acerca del teatro. (Lettres de madames de Villars, de la Fayette et de Tencin: París, 1823.) Escribe con fecha 6 de marzo de 1680: «J'ai été assez souvent

Mas bastante podrá parescer al que llegase primero en lo que adelante vacare, el hauerlo prometido V. M.^d, pues excede el cumplimiento de palabra dada de vn tan gran Rey a qualquier demanda, y más dada a un peregrino que ha entregado a V. M.^d y a su seruicio su fe y libertad, prendas que en mi estado y fortuna suffren a cualquier consideracion y sentimiento, de las que escriuo al Señor de Villars.

Mi hermana me escribe también diciéndome que está muy contenta porque la señorita de Villars la ha prestado sin interés alguno y a devolver cuando pueda, mil escudos; esto le ayudará en sus apuros; la señorita de Villars cumple sus votos de pobreza a pesar de haberle relevado de ellos la Revolución y el Papa al abolir el capítulo.

El motivo de no haberme consagrado yo absolutamente a la contemplación de lo eterno, a los cantos del breviario y a las alabanzas del Señor en la soledad de aquel claustro entre lo eterno y mundano, fue... porque vi al que después fue mi marido, joven y buen mozo, vistiendo su brillante uniforme, cuando vino a visitar a su hermana la canonesa Mme. de Villars, en cuya casa había yo sido confiada de tutela, como de mayor edad y más experiencia de la vida.

Ruego a Dios me las luces necesarias, al objeto de cumplir debidamente mis obligaciones con respecto a mis hijos. 9 de noviembre de 1805. Hemos venido a pasar unos días en el castillo de Monceau, propiedad de mi cuñado. M. de Lamartine, el ángel de la familia, y Mme. de Villars, nuestra Providencia, están con nosotros.

Aunque rabies, espera un poco... Canción de Silvain, los Dragones de Villars, acto segundo, escena..., dijo Frecourt riendo. ¡Vaya! Ya se desató. Déjale, dijo Tragomer. Yo encuentro su música muy digestiva. En Texas, los jefes indios hacen que les canten canciones durante las comidas. ¿Oyes, Frecourt? Los salvajes. ¡Oh!

Acaba de encargarse últimamente de pagar, por nosotros, la pensión de seiscientos pesos que debemos a mi cuñada Mme. de Villars. Consigno aquí todos esos rasgos de su cariño hacia , y renuevo entre las satisfacciones de mi corazón, las mil y mil bendiciones que yo debo a Dios por los buenos hijos que me ha concedido.