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Actualizado: 12 de junio de 2025
Señora no estando dijo Pampa cerrándole el paso y esgrimiendo el doméstico cetro. ¿Y el patrón? En el Ministerio. ¿Y el niño? En la Bolsa. ¡Esperaré! Déjale pasar dijo misia Casilda desde adentro. El atorrante entró en el comedor; iba menos rotoso y sucio que de costumbre, porque para esta visita hacíase esmerada toilette, en lo que cabe.
Con un codo apoyado en la mesa y la cabeza en la mano, De Pas contemplaba a su señora madre, que comía de prisa, distraída, más pálida que solía estar, con los grandes ojos azules, claros y fríos fijos en un pensamiento que debía de ver ella en el suelo. Teresina entraba y salía sin hacer ruido, como un gato bien educado. Acercó la ensalada al señorito. Ya he dicho que no ceno. Déjale, no cena.
Y en su brutalidad escupió a Catalina en la cara. Martín, cegado, saltó como un tigre sobre Carlos y le agarró por el cuello. ¡Canalla! ¡Cobarde! rugió . Ahora mismo vas a pedir perdón a tu hermana. ¡Suelta! ¡Suelta! exclamó Carlos ahogándose. ¡De rodillas! ¡Por Dios, Martín ¡Déjale! gritó Catalina . ¡Déjale! No, porque es un miserable, un canalla cobarde, y te va a pedir perdón de rodillas.
¿Quién? preguntó Pampa acercándose a la reja; señor no estando; niño, tampoco. Misia Casilda, en el umbral del gabinete, se asomaba, por la curiosidad de saber quién era... Que pase ese caballero, Pampa; déjale pasar.
Buscaba la tertulia de las personas serias, era amigo del alcalde y hablaba de la necesidad de que todas las personas pudientes estuviesen unidas para meter en un puño a la pillería. Ya le pica la ambición decía el viejo alegremente a su nuera. Déjale, mujer; él se abrirá paso... Así le quiero ver. Comenzó por entrar en el ayuntamiento y pronto adquirió notoriedad.
Una de las señoritas de Delgado se llevó el pañuelo a los ojos, declarando en voz baja a los que estaban cerca que desde hacía poco tiempo se le saltaban las lágrimas por cualquier cosa. ¡Qué majadero es este don Serapio! Con tanto mover la frente se le va a correr hacia atrás el peluquín. No seas malo, Ricardo; ten un poco de caridad y déjale al pobre que goce sin ofender a Dios ni al prójimo.
Pero en lo de las misas sí que no se volvió atrás, y encargó la mar de ellas, repartiendo además aquella semana más limosnas que de costumbre. Cuando comunicaba sus temores a D. Baldomero, este se echaba a reír y le decía: «El chico es de buena índole. Déjale que se divierta y que la corra. Los jóvenes del día necesitan despabilarse y ver mucho mundo.
Palabra del Dia
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