United States or Comoros ? Vote for the TOP Country of the Week !


Además, la aterraban demasiado: no pocas veces le habían quitado el sueño, y hasta en algunas ocasiones pidió a Genoveva que se acostase a su lado porque se moría de miedo. Después de haber agotado la librería de don Serapio, pidió a una de las señoritas de Delgado que le abriese la suya, que tenía fama de hallarse ricamente abastecida.

Don Serapio, va usted a cantar..., va usted a cantar... la romanza Lontano a te dijo, desplegándola sobre el atril. ¡Oh, por Dios! Es demasiado sentimental, y estas señoras no están ahora por el romanticismo... Al contrario, don Serapio exclamó una de las señoritas de Delgado , las mujeres, en esta época de interés y de cálculo, somos las que debemos rendir culto al sentimiento y al corazón.

La circunstancia de hacer un guiño tan malicioso como grosero a una de las criadas que servían la mesa, al terminar su invitación, despertó contra él una tempestad de silbidos e interrupciones. No pudiendo explicar satisfactoriamente su conducta, don Serapio se fue muy incomodado a dar una vuelta por la cocina. Al poco rato sonó allá una bofetada.

Al morir, Escobar dejó gran caudal de escritos, la mayor parte notas y esbozos. Tuve la suerte de verlos y examinarlos, antes que Serapio los arrojase al cajón de la basura. Algunos de los pensamientos, expresados en forma escueta, me sorprendieron y llenaron de perplejidad.

Algunos pajaritos acuáticos de poca importancia salieron de una de las orillas y pasaron volando sobre las falúas, lo cual fue causa para que don Serapio, en un rapto de entusiasmo marítimo, se pusiese en pie sobre la popa y agarrado al palo de la bandera entonase como un energúmeno la canción que empieza: Al ver en la inmensa llanura del mar Las aves marinas con rumbo hacia acá, siguiendo envidioso su vuelo fugaz, etcétera.

He avisado a don Serapio y al organista... ¡Preciosa, Mariíta, preciosa!... Fíjese usted en las colgaduras azules que hice poner en el retablo de la Virgen... Gracias, Ernesto, muchas gracias, se lo agradezco a usted en el alma. A una señal de María todas las señoras se levantaron y se precipitaron detrás de ella por la escalera, sin dejar por eso su charla mareante.

El joven del pelo por la frente inició la idea de que cantase don Serapio, y recorrió los diversos grupos del salón haciendo propaganda instantánea y satisfactoria de tan feliz pensamiento. , , que cante don Serapio. Que cante don Serapio, que cante don Serapio. ¡Señores, por Dios! Estoy sumamente acatarrado. Mil gracias, señoras, mil gracias.

En cuanto a las doncellas de labor y cocineras, no paraban aquí los galanteos de don Serapio.

Las señoritas de Ciudad batieron palmas. Inmediatamente se levantó don Serapio, y con lengua bastante gorda propuso en términos concretos que el brillante concurso que le escuchaba se estableciese definitivamente en la Isla, a fin de poblarla, invitando a cada uno de los presentes a buscar lo más pronto posible pareja.

Don Serapio se hizo de rogar todavía algún tiempo. Por último se fue acercando al piano rodeado de señoras, a quienes dirigía sonrisas y palabras llenas de almíbar, y terminó por sacar disimuladamente un rollo de papeles de música que traía en el bolsillo interior de la levita. El pianista se hizo cargo al instante de la maniobra, y le ayudó, quitándoselo rápidamente de la mano.