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Pero la curiosidad me dominaba a tal extremo, que a la mitad del camino volví sobre mis pasos. Me acerqué sin ruido hasta la puerta, pero apenas hallé el valor necesario para dar vuelta al botón: la idea de lo que iba a presenciar me oprimía el pecho hasta ahogarme. ¿Y qué fue lo que vi?

Para ver no necesitan ahogarme... ni verterme la laca. Cuidado, Gloria, que te me llevas esos pelos pegados en la manga. Son el tronco del sauce. Cuidado, María, que con tu aliento se echan al aire estas canas... Atrás, atrás; hacerme el favor...». Y ellas: «¡qué boniiito, qué precioooso...! ¡Alabaaado Dios... qué dedos de ángel! D. Francisco, se va usted a quedar ciego...».

Pero desde que usted me confió el pobre cuerpo de esa hermosa alma, desde que hago centinela alrededor de nuestra niña para impedir que la muerte se aproxime, desde que he aprendido a sufrir, a respirar y hasta a ahogarme con ella, siento latir mi corazón con una fuerza inusitada. Yo no era madre más que a medias, puesto que no había tenido ocasión de participar de los dolores de los otros.

Durante un segundo tuve el sentimiento extraño de que debía retroceder, huir a toda prisa, sin tregua ni reposo hasta que me sintiera protegida por la distancia. Toda mi inquietud acerca de Marta desaparecía ante esa angustia misteriosa que me oprimía la garganta hasta ahogarme.

Me dejé caer ante la cama, y cubriendo de besos las manos de Marta, le supliqué que tuviera compasión de , quería hablarle, le decía, tenía un peso que me aplastaba el pecho, que me sofocaba: iba a ahogarme. Ella no se despertó. Recogida en su dolor, yacía, triste esqueleto. En sus pómulos se encendían pequeñas llamaradas. La respiración silbaba.

Curiosos hubo que se llegaron a hincarle alfileres por las carnes, desde la punta hasta la cabeza; ni por eso recordaba la dormilona, ni volvió en hasta las siete del día; y como se sintió acribada de los alfileres y mordida de los carcañares, y magullada del arrastramiento fuera de su aposento, y a vista de tantos ojos que la estaban mirando, creyó, y creyó la verdad, que yo había sido el autor de su deshonra; y así, arremetió a , y echándome ambas manos a la garganta, procuraba ahogarme, diciendo: "¡Oh, bellaco, desagradecido, ignorante y malicioso!

Una oleada de sangre ardiente invadió mi corazón; creí que iba a ahogarme. En seguida la puerta se abrió y la mano de Roberto me asió en la obscuridad: me dejé llevar sin tener conciencia de lo que hacía, y no salí de mi estupor sino en el momento en que caí de rodillas, sollozando, junto a la cama, y oculté la cara en las almohadas, mientras una mano húmeda y caliente me acariciaba la cabeza.

Las copas me venían a la boca por docenas, como si quisieran ahogarme. Algunos se abrazaron a , mojándome el cuello con lágrimas de embriaguez.

Solamente en presencia de Roussel, encontró Federico su equilibrio. Se enjugó la frente y dijo: Ya lo que el señor deseaba averiguar. ¡Buen Federico! Mauricio le estrechó en sus brazos. Si el señorito Mauricio quisiera no ahogarme, podría contarle lo que he sabido. Veamos; déjale hablar. Este muchacho.... Mauricio se sentó en el sofá; y Federico volvió á tomar la palabra.

Al cabo de un rato dejó caer el hacha de las manos y fijó en mi una mirada de angustia que aún tengo clavada en el corazón. «No puedo más, Pedro; tengo hambre», me dijo. Yo no lo que pasó por entonces, señorita. Se me hizo un nudo aquí, en la garganta, como si fuese á ahogarme.