United States or Saudi Arabia ? Vote for the TOP Country of the Week !


Maltrataba a su espíritu con gran valor, sofocaba en él toda aspiración, todo deseo que le pareciese pecaminoso, lo humillaba siempre que quería; pero temía al dolor físico como la más sensible damisela: de ello se acusaba al confesor y se dolía en sus largas y fervorosas oraciones. Por eso las ásperas penitencias de la joven le causaron una admiración ilimitada.

Después, durante algunos momentos, permaneció inmóvil; pero aquel grito lo había librado de la primera opresión de la verdad, opresión que lo sofocaba, se volvió, adelantó vacilante hasta su telar y se sentó en el banco en que trabajaba habitualmente, buscando instintivamente aquel sitio, porque era para él la más grande certidumbre de la realidad.

En poco estuvo que ambos se levantasen y se abrazasen ante la concurrencia; mas en Miguel pudieron los miramientos mundanos, en Julia el temor de su madre; y ambos permanecieron en sus asientos. La brigadiera se sofocaba; estaba inquieta, nerviosa; hacía rechinar la silla al moverse.

Me dejé caer ante la cama, y cubriendo de besos las manos de Marta, le supliqué que tuviera compasión de , quería hablarle, le decía, tenía un peso que me aplastaba el pecho, que me sofocaba: iba a ahogarme. Ella no se despertó. Recogida en su dolor, yacía, triste esqueleto. En sus pómulos se encendían pequeñas llamaradas. La respiración silbaba.

¡Cómo resonaban aún en sus oídos aquellas palabras mágicas! ¡Y él, Juan, que apenas se atrevía a soñar en lo que el señor Aubry había expresado en alta voz, con tanta sencillez y naturalidad! ¡No era, pues, un irrealizable sueño! ¡Los sentimientos que él sofocaba con tanta pena, los alentaba en él, le daban casi el derecho de declararlos! Era demasiado.

Frígilis era un estuco: en tratándose de cosas espirituales ya se sabía que no había que contar con él. Ni el verano le sofocaba, ni el invierno le encogía: era un marmolillo. ¡Y a su mujer y al Magistral el estío de Vetusta, aquella tristeza de calles y paseos no les disgustaba!». Iba don Víctor al Casino: ni un alma. Algún magistrado sin vacaciones que jugaba al billar con un mozo de la casa.

Delante de los ojos la tenía, tendida en el suelo, inmóvil, helada, con esa monstruosa mancha de sangre en la pálida sien, y una ansia mortal lo sofocaba, porque quería creer que la muerte no la había destruido enteramente; quería creer que su alma milagrosa vivía aún, velaba sobre él, le repetía sus palabras de fe y perdón; pero no podía, porque si la voz suave que todavía le hablaba al oído le persuadía de que , la ultrahumana vida de aquella alma no bastaba a consolar su existencia: sus ojos mortales tenían necesidad de ver; sus oídos mortales tenían necesidad de oír, sus manos necesitaban estrechar aquellas otras manos, tocar el ruedo de aquella falda, ¡y esa necesidad iba a quedar satisfecha para siempre! ¿Perdonar a los asesinos? ¡Su deber era vengarla!

Recordaba las preces aprendidas en su niñez, y se deleitaba con las formas de religión, por pura novelería. Pero esta santidad de capricho no sofocaba, ni mucho menos, su orgullo dentro de la Iglesia. Más que el sermón ampuloso, más que el brillo del altar, más que la poesía del templo y las imágenes expresivas, la cautivaba el señorío que iba por las tardes a la Casa de Dios.

Entró en el bosque y lo atravesó con pie ligero: la sombra espesa aún de su follaje la sofocaba. Cuando los árboles se enrarecieron dejando paso a los rayos del sol se detuvo un instante y respiró a plenos pulmones con la sonrisa en los ojos. Y ya más libre y tranquila siguió caminando lentamente entre las encinas y chaparros hasta tocar en los bordes de la laguna.

La del balcón hablaba, pero tan quedo que no era posible conocerla por la voz; era un murmullo cargado de eses, completamente anónimo. «Por supuesto que ella no es», meditaba el del portal. A pesar de estas reflexiones que no podían ser más racionales, no estaba tranquilo. La obscuridad del balcón le sofocaba, como si fuese falta de aire.