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Un gesto de amor humilde embelleció su cara magullada por el golpe. Nos instalamos en esta casa, que es de un electricista alemán amigo de la doctora. Cuando ella salía de viaje, dejándome libre, mis paseos eran siempre hacia el puerto. Esperaba ver tu buque. Mis ojos seguían con simpatía á los marinos, creyendo ver en todos ellos algo de tu persona... «Algún día vendrá», me decía yo.

Pero he aquí que cuando ya la habían convencido y se disponían á alejarse de aquellos sitios llega un chico jadeante y le grita: ¡Demetria vive! ¡Acaban de sacarla de la mina! En efecto, Demetria, que sólo estaba desmayada, en cuanto la sacaron al aire y le rociaron las sienes con agua volvió á la vida. Se observó con estupor que no estaba magullada siquiera.

La á que me refiero era pequeña, del tamaño de mi mano, pero bella en extremo y de matices suaves y ligeros; su color blanco ópalo con un tinte diáfano lila que formaba una corona. Muy magullada la pobre, herida, tenía arrancada parte de su fina cabellera, esto es, lo que constituye sus órganos de respiración, de absorción y aun de procreación.

Pero aquel condenado Ulmus sylvestris le entretuvo a la fuerza, cogiéndole una mano y apretándosela con bárbaros alardes de vigor muscular, para reírse con los chillidos de dolor que daba el pobre Rubinius vulgaris. «¡Qué asno eres! exclamaba este, retirando al fin su mano magullada, con los dedos pegados unos a otros . ¡Vaya unas gracias!.. Esto y contar porquerías es tu fuerte.

El tambor redobla alegremente; la gaita grita; la novilla ofrecida á la Virgen brinca y juguetea haciendo sonar la esquila que lleva al cuello. Delante de todos disparando cohetes marcha el valeroso Celso. El humo de la pólvora le embriaga; los cantos le alegran; un vértigo delicioso se apodera de su magullada cabeza y por un momento se borran de su mente las dulces memorias de la Bética.

Curiosos hubo que se llegaron a hincarle alfileres por las carnes, desde la punta hasta la cabeza; ni por eso recordaba la dormilona, ni volvió en hasta las siete del día; y como se sintió acribada de los alfileres y mordida de los carcañares, y magullada del arrastramiento fuera de su aposento, y a vista de tantos ojos que la estaban mirando, creyó, y creyó la verdad, que yo había sido el autor de su deshonra; y así, arremetió a , y echándome ambas manos a la garganta, procuraba ahogarme, diciendo: "¡Oh, bellaco, desagradecido, ignorante y malicioso!

Al verse entre tanta basura, magullada, rota, sucia, oliendo á vino, á especias, á grasa, á saliva, empezó á lamentarse con estas patéticas frases: «¡Ay, vientecillo de mi alma, levántame y sácame de aquí, por Dios y todos los santos! Me muero en este montón de inmundicia; yo quiero ser libre y pura como antes. A fe que te has lucido, plumita. ¡Qué error tan grosero!