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Se le veía agitar los miembros junto al casco de la nave, como unas tijeras blancas que se abrían y cerraban acompasadamente; hasta que, volviendo a la superficie con la moneda en la boca y echándose atrás el mechón húmedo que caía sobre su frente, ganaba la canoa con una agilidad de mono y volvía a temblar de frío, implorando a todo pulmón la generosidad del «caballero».

Se enternecían con un sentimentalismo de romanza al estrecharse las manos y cambiar un beso en un banco de jardín á la hora del crepúsculo. El guardaba un mechón de pelo de Margarita, aunque dudando de su autenticidad, con la vaga sospecha de que bien podía ser de los añadidos impuestos por la moda.

Luego volvía su vista al espada, fijándose con extrañeza en el mechón de pelo tendido sobre el cráneo, en su peinado y su sombrero, en todos los detalles reveladores de la profesión, que contrastaban con su traje elegante y moderno. El torero estaba, para doña Sol, fuera de «su marco». ¡Ay, aquel Madrid lluvioso y triste!

La frente era espaciosa, con un mechón de pelo negro... En fin, que la Dura completaba la historia aquella expuesta en las paredes: era el Napoleón en Santa Helena. Cuando doña Lupe y Fortunata la saludaron, las estuvo mirando un rato, como si tardara en reconocerlas. Después las nombró. ¡Qué voz!

Yo abrigaba algunas dudas al respecto, pero oculté mi decepción, y me extasié lo mejor que pude ante aquel objeto extraordinario, que a causa de la forma irregular de la iglesia, hallábase colocado en un hueco, de tal suerte que cuando predicaba el cura, las tres cuartas partes del auditorio no veían más que un brazo y un mechón de cabellos blancos que se agitaban con elocuencia, según las diversas fases del discurso.

El gigante está sentado en el pico de un monte, con una cosa revuelta, como las nubes, del cielo, encima de la cabeza: no tiene más que un ojo, encima de la nariz: está vestido con un blusón, como los pastores, un blusón verde, lo mismo que el campo, con estrellas pintadas, de plata y de oro y la barba es muy larga, muy larga, que llega al pie del monte: y por cada mechón de la barba va subiendo un hombre, como sube la cuerda para ir al trapecio el hombre del circo. ¡Oh, eso no se puede ver de lejos!

Guardo yo aquel mechón de tus cabellos como el devoto la reliquia santa, como el sórdido avaro su tesoro, como el proscrito guarda, en su triste destierro, los recuerdos dulces y halagadores de la patria. Y cuando estoy a solas, dueño mío, doy rienda suelta a mis mortales ansias, y aquel precioso rizo que tu frente un día engalanara, beso mil y mil veces amoroso, evocando tu imagen adorada.

Y la cantante, enternecida por el recuerdo, contemplaba con ojos lacrimosos la ancha boina de terciopelo negro, un mechón de cabellos grises, dos plumas de acero gastadas y corroídas, todos los recuerdos del maestro, guardados piadosamente en una vitrina por Hans Keller. que le conociste, dime cómo vivía. Cuéntamelo todo: háblame del poeta... del héroe.

De mediana estatura, delgado, nervioso, su cabeza ocupaba casi una tercera parte de su cuerpo; quebrado el color, rayando en bilioso, un mechon de alborotados cabellos negros adornaba su despejada frente y entonaba la dureza de líneas de aquella nariz aguileña, de aquellas cejas desiguales que daban sombra á unos ojos en que la impaciencia, la sutilidad y la astucia eran tres amigas que contínuamente caminaban del brazo. ¿No le conoces, lector? ¿No le has visto salir á escena estas noches?

Para que no se extinguiese del todo la memoria de su pasado, peinábase el recio pelo en brillantes tufos sobre las orejas y conservaba luengo en el occipucio el sagrado mechón, la coleta de los tiempos juveniles, signo profesional que le distinguía de los otros mortales. Cuando Gallardo se enfadaba con él, su cólera ruidosa de impulsivo amenazaba siempre a este adorno capilar.