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Y doña Manuela lloraba, efectivamente, sin saber con certeza si sus lágrimas las arrancaba el estado de su hijo, los insultos de su hermano o aquella última noticia de la desaparición de Cuadros. El viejo continuaba hablando junto al lecho del enfermo, excitado por la indignación, con voz sorda unas veces y gritando otras, de modo que cubría aquel estertor angustioso. Te lo vuelvo a repetir.

El P. Gil hacía esfuerzos desesperados por arrojarla de su cerebro, aunque inútilmente. Cayó de nuevo en aquel estado angustioso de duda en que le dejaran los libros de exegesis bíblica, mucho más angustioso y miserable porque se veía lanzado en pleno materialismo, lejos de la idea de Dios y de la inmortalidad.

Algunos segundos después volvió en lanzando un suspiro angustioso que levantó su delgado talle. No es nada dijo reaccionando en seguida contra el irresistible acceso de desfallecimiento, y bajamos. No se habló más de aquel incidente que fue olvidado, sin duda, como otros muchos.

Entonces reanudábase la existencia normal, volviendo cada familia a su aislamiento, con la certeza de repetir el viaje angustioso pocas semanas después. Febrer permaneció bajo las arcadas viendo cómo iban llegando los grupos de payeses a toda prisa, espoleados por el último toque del esquilón que volteaba en lo alto de la torre. El interior de la iglesia estaba casi lleno.

La madre vino, pero sintiendo cielo de tormenta, estuvo sólo un momento y desapareció. Romper, es palabra corta y fácil; pero comenzarlo... Nos habíamos sentado y no hablábamos. Inés se inclinó, me apartó la mano de la cara y me clavó los ojos, dolorosos de angustioso examen. ¡Es evidente!... murmuró. Qué le pregunté fríamente.

Tónica se resistió a aceptar el paraguas de Juanito; no podía consentir que el joven se mojase por complacerla a ella; y en cuanto a ir los dos juntos bajo aquella cúpula de seda... sólo en pensarlo la producía rubor y hacía que echase su cuerpo atrás, como para huir de un peligro. Pero la expresión de angustioso ruego de Juanito pareció convencerla.

Guiomar y don Íñigo se veían tan sólo a las horas de la comida y de la cena. El anciano, sentado a la cabecera, y su hija, hacia un extremo de la tabla, entre Ramiro y el Capellán, permanecían todo el tiempo sin hablarse. En medio del angustioso mutismo, cualquier rumor, el choque de la platería, las pisadas de un paje, el grito de los buhoneros en la calle, cobraba un eco solemne.

Vió los hombres y las cosas á través de una atmósfera fantástica que rugía, destruyéndolo todo con la violencia cortante de sus ondulaciones. Había quedado inmóvil por el terror, y sin embargo no tenía miedo. El se había imaginado hasta entonces el miedo en distinta forma. Sentía en el estómago un vacío angustioso.

Y Vérod tornaba mentalmente a lo pasado, recordaba el angustioso estupor que se había apoderado de él cuando descubrió el mal secreto que agobiaba a aquella pobre alma. Salvaba a otros, pero mientras tanto ella misma estaba perdida. Las palabras que había pronunciado un día volvían a la memoria de Vérod.

Al entablarse el combate, las «soldaderas» y sus enjambres de chiquillos se retiraban á retaguardia. Otras veces, si el momento era angustioso, la hembra se mezclaba en la pelea para sostener al compañero herido y seguir tirando con su fusil. Guadalupe vivió así; hizo marchas interminables á pie ó á la grupa del caballo de su hombre.