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Actualizado: 24 de mayo de 2025
Celebramos de todo corazón que el percance no tuviera otras consecuencias que el susto del momento y los sinsabores subsiguientes por la falta de recursos con que se halló el joven para socorrer a la señorita en el estado angustioso y a todas luces lamentable en que salió de la mar.
Y Vérod se sentía sobrecogido de un inmenso estupor angustioso viendo por fin realizarse la profecía; comprendiendo que ya no tenía el derecho de retirar su estima a la muerta, puesto que ella misma, humilde y dolorosamente, combatiendo la férvida confianza que él demostraba, había reconocido su propia indignidad.
»Tomé la pluma y con la frente bañada en angustioso sudor me dispuse a obedecerla. »Me dictó un plan de vida, distribuyendo el tiempo que íbamos a pasar juntos. »Su padre quiere celebrar mañana una consulta con algunos compañeros, pues a pesar de ser médico tan eminente no tiene ya confianza en sí mismo.
Bien; todo eso quiere decir que deseas casarte manifestó Julia con sonrisa burlona. No he dicho tal cosa respondió avergonzado, y reponiéndose en seguida, exclamó: Pero si lo hubiera dicho, ¿qué?... ¿Tiene algo de particular? Nada, hombre, nada; al contrario, siempre he creído que debías casarte. ¿Pero con quién? preguntó el joven en tono angustioso.
Te estorbaba el chico, por ser hijo de quien es. ¡Yo! gritó doña Manuela poniéndose en pie, con llamaradas en los ojos y la majestuosa nariz agitada por la indignación. Aquel momento de silencio pareció una larga amenaza. El ronquido angustioso del enfermo seguía sonando, cada vez más desgarrador. Sí, mujer, tú. No te pongas tan soberbia, que no has de comerme.
En cuanto a Verónica, ofendido y todo por ella don Mauricio, no pudo éste menos de admirar la destreza con que estuvo al quite de aquella feroz embestida del general, y sacó del angustioso apuro a su mujer, llevando la conversación a otro terreno.
Hablaban en voz baja fuera de la pieza, en la cocina inmediata, y el herido sólo llegó a percibir algunas frases de esta conversación sorda. Una voz desconocida, la del médico, sonaba en medio del angustioso silencio. Felicitábase de que la bala no se hubiese quedado en el cuerpo; indudablemente sólo había atravesado en su trayectoria el pulmón.
Era hijo de un brujo y había heredado muchos de los secretos paternales. A veces, esta vida nocturna de la selva se paralizaba con una larga pausa de angustioso silencio. Era porque rondaba cerca el jaguar, el tigre americano, de piel pintada á redondeles, al que los indios guaraníes, en su lenguaje, apodan «el Señor». Otras veces, el silencio tenía un motivo más claro y determinado.
Brillante se moría de una enfermedad extraña, de un nombre raro que Nelet no podía recordar; pero lo cierto era que estaba ya en la agonía. Y el pobre caballo, como si quisiera afirmar las palabras de su amigo o reconociese a sus amas, levantaba la pesada cabeza, lanzando su estertor angustioso. Aquello partía el corazón a las tres mujeres. ¡Brillante! ¡Pobrecito Brillante...!
Con angustioso afán buscaba el infeliz medios de existencia, aunque fueran de los menos lucrativos; pero la cortedad de sus talentos dificultaba más lo que en todos los casos es difícil. Tanto revolvió, que al fin pudo encontrar algunos empleíllos, indignos ciertamente de su anterior posición, pero que le permitieron vivir algún tiempo sin rebajarse.
Palabra del Dia
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