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Pero en la medianía, en la vulgaridad de la vida corriente, cuánto más angustioso y más penoso es ese momento de interrogación sin la más pequeña aureola de consoladoras quimeras...

Pero la intensa risa que esto la producía desvanecióse al oír un cacareo angustioso, un estertor de muerte que salía de la cocina. Allá fueron ellas, y al entrar vieron a Nelet el cochero en mangas de camisa, con un cuchillo en la mano, ocupado, con la gravedad de un sacrificador, en abrirle el gañote a un robusto capón que sostenía Visanteta por las patas.

Mas ya, ¿quién pondrá en mis manos su pan y el de sus hermanos? ¡Ay, Señor! que en mi profundo dolor presiento males prolijos; que en este afán angustioso, lloro, más que por mi esposo, por el padre de mis hijos

El se encargaría de avisar a su casa para que no lo esperasen. Otra vez Gallardo hizo un gesto angustioso; pero se tranquilizó con la mirada del apoderado. ¡Descuida! murmuró éste al ir hacia la puerta . ¿Crees que soy un chiquillo?... Diré que comes con unos aficionados de Madrid.

Las lágrimas, que en amargo tropel se asomaban a los ojos de la enamorada, quedaron detenidas y, fuese máscara del amor propio ultrajado o serenidad fingida, en su cara se dibujó de pronto una calma pasmosa: queriendo aparecer tranquila, se enjugó el llanto con el pañuelo; pero el dolor pudo más, y del pecho se le escapó un sollozo largo y angustioso que parecía quejido de alma moribunda.

¡Tónica! Dijo esto con acento tan ahogado y angustioso que la joven calló, mirando en derredor, como si les amenazase un peligro. ¿Qué ocurre? Que la quiero a usted mucho; que.... ¡Ah! ¡era eso...! exclamó Tónica sonriendo . Yo también le quiero a usted como un buen amigo, como un joven formal; sobre todo como formal.

Los sacerdotes egipcios prestáronse á ejecutar las órdenes de Gaumata con tanto más gusto cuanto que me temían y porque no revelase al pueblo sus imposturas. ¡Valiéronse para sus fines de las pasiones de un joven sacerdote de Abydos que pasaba por santo!... Silencio angustioso siguió á estas palabras.

Cuando llegó junto al ciego, que en lugar próximo le esperaba, la pena inmensa que oprimía el corazón de la pobre anciana reventó en un llorar ardiente, angustioso, y golpeándose la frente con el puño cerrado, exclamó: «¡Ingrata, ingrata, ingrata! No yorar ti, amri le dijo el ciego cariñoso, con habla sollozante . Señora tuya mala ser, ángela.

El único que estaba junto á él era Lewis. ¡Vamos, príncipe! ¿qué es eso?... ¡Serenidad! Tal vez una buena copa de whisky... Toledo oyó un estertor angustioso, un jadeo de pecho oprimido. Respetuosamente apartó una de las manos del príncipe, dejando su rostro al descubierto. Ahora era de un tono de ladrillo, abrillantado por el sudor y las lágrimas. Lubimoff lloraba.

Lo particular era que en aquella crisis el desventurado joven no pasaba de las extravagancias de lenguaje a las violencias de obra; todo era quejas acerbísimas, afán angustioso por su honor y amenazas de que iba a hacer y acontecer. «¿Qué disparates estás hablando ahí? le dijo su mujer . ¿Por qué no te acuestas? Ya que no duermes, déjame dormir a ».