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Actualizado: 24 de mayo de 2025
Al angustioso movimiento de los pulmones uníanse ahora nerviosos estremecimientos, cada uno de los cuales parecía repercutir en los dos hermanos. Don Juan palidecía como si sufriera los movimientos dolorosos de aquel cuerpo inerte, y miraba a su hermana con la misma expresión que si fuese ella la que martirizara al enfermo.
Leyendo el Maud de Ténnyson, hallé una página que podría ser el símbolo de este tormento del espíritu allí donde la sociedad humana es para él un género de soledad. Presa de angustioso delirio, el héroe del poema se sueña muerto y sepultado, a pocos pies dentro de tierra, bajo el pavimento de una calle de Londres.
Una niebla blanca se extendió ante sus ojos; le zumbaron los oídos... Pero cuando creía sentir cerca de él a su contrario, la niebla se deshizo, volvió a ver la luz tranquila y azul de la noche, y a pocos pasos, tendido igualmente en el suelo, un cuerpo que se revolvía, que se arqueaba, arañando la tierra, lanzando un ronquido angustioso, un hipo de muerte.
Otra cosa sería una inconveniencia y una desgracia tal vez. ¿Qué dices? balbuceó la santa con extravío. Su aspecto en aquellos momentos infundía temor. Asemejábase á los enfermos atacados de epilepsia cuando están á punto de caer en un angustioso paroxismo.
Don Silvestre recordaba entonces que en su pueblo se honraban las mozas con sus pellizcos, que sólo el temor á las lenguas de las envidiosas le hacían economizarse en las empresas galantes; y lanzando un suspiro angustioso, abandonaba su puesto favorito y marchaba hacia su casa, preguntándose por los placeres de la corte, y suspirando por el aire de su aldea;
¡Qué estupor inmenso! ¡Qué agitación creciente en el fondo del ser moral, mientras el cuerpo se estremece, tiembla y aspira, mudo y angustioso, a separarse de la fascinación del abismo!
Un monólogo angustioso de Doña Mayor, diverso en las palabras del de la Doña Mencía de Calderón, pero muy semejante en los pensamientos, y en seguida la escena de la sangría suelta: DON JACINTO. Ya estás en seguro; espera, No te descubras. BARBERO. No haré. ¿Qué es esto? DON JACINTO. Yo avisaré. BARBERO. ¿Esta es fantasma ó quimera? DON JACINTO. ¡Descúbrete!
Mas ya, ¿quién pondrá en mis manos su pan y el de sus hermanos? ¡Ay, Señor!, que en mi profundo dolor presiento males prolijos; que en este afán angustioso, lloro, más que por mi esposo, por el padre de mis hijos.» Supla esta bella estrofa las frases que yo no encuentro para pintar la desolación de aquella escena.
El vértigo es angustioso; el atolondramiento de la cabeza produce sensaciones penosas, especialmente en el occipucio; la concepcion es lenta, difícil, y el moral está en apatía; el aspecto es enfermizo, y la piel sucia y como arrugada.
Mírame con compasión... Apagóse aquí la voz de Diógenes, y oyóse tan sólo la temblorosa vocecita de Monina, que por un infeliz error o por una inspiración del cielo, equivocaba el último verso: ¡No le dejes, Madre mía! Diógenes ya no la oía: comenzaba entonces el estertor, y su angustioso resuello interrumpíase a veces por más de un minuto.
Palabra del Dia
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