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Jorge se ríe de este pequeño, empírico y trivial curso de historia natural. Pero hablábamos me dice del orden moral. Ocurre otro tanto. El espíritu y la razón tienen tantos grados y diferencias como criaturas existen en el mundo. Tampoco hay caracteres iguales, como no hay un timbre de voz igual a otro, ni una mirada igual a otra mirada. Nuestras almas son tan distintas como nuestros rostros.
Recuerdo que en momento de llegar a Consuelo, en las circunstancias que dentro de poco diré, hablábamos de Viena y ella me contaba alguna de las anécdotas características de la princesa de Metternich... Luego seguía la marcha el ministro inglés, plácido, tranquilo, culto y resignado, llevando a little Georgy en los brazos.
»Quedé admirado deste nuevo accidente, hasta allí jamás en ella visto, porque siempre nos hablábamos, las veces que la buena fortuna y mi diligencia lo concedía, con todo regocijo y contento, sin mezclar en nuestras pláticas lágrimas, suspiros, celos, sospechas o temores.
Después, y mientras hablábamos con el tabernero, Neluco, que los tenía enfrente, me dio con el codo y me advirtió con la mirada que reparara en ellos.
El Rey empezó a hablar de lo que se proponía hacer; Sarto, de lo que había hecho; Tarlein se destapó por unas aventuras amorosas, y a mí me dio por encomiar los altos méritos de la dinastía de los Elsberg. Hablábamos todos a la vez y seguíamos al pie de la letra la máxima favorita de Sarto: mañana será otro día. Por fin, el Rey puso su copa sobre la mesa y se reclinó en la silla.
Más sabio que nosotros y ya menos dichoso, Teobaldo era más grave, más reflexivo. Conocía el mundo; es decir, los pesares; nosotros no conocíamos más que nuestro mutuo afecto, la amistad y la dicha. »Una mañana, brillaba el bello sol de otoño, estábamos los tres en un extremo del parque, hablábamos familiarmente, y Carlos nunca habíase mostrado más gracioso y amable.
Entró en la cocina Tona, algo tocada también de la murria inverniza, a trajinar en el fogón donde hablábamos mi tío y yo al calorcillo de la lumbre, y ya no pude preguntarle lo que tenía a la punta de la lengua, como exploración siquiera alrededor de la casta de aquel nuevo «punto» que me había puesto en gran curiosidad.
No sé, no sé qué os he oído hablar de cierto hidalgo á quien decíais vos, señora, que debíamos mucho: lo oí al abrir la puerta, pero me pareció sentir pasos en el corredor secreto y me volví... debió ser ilusión mía, porque los pasos no se repitieron; pero cuando me volví de nuevo hacia vosotros, ya no hablábais del tal hidalgo. Hablábamos de un sobrino del cocinero mayor de vuestra majestad.
Su mayor confianza era conmigo; pero debo indicar aquí una circunstancia, que a todos llamará la atención, y es que aunque repetidas veces procuré sondear su ánimo en el asunto que más me interesaba, jamás pude conseguirlo. Hablábamos de amores, nombraba yo la casa y la familia de Inés, y él, volviéndose taciturno, mudaba la conversación.
¡Sea! la acepto porque es un hecho y sigo preguntando: ¿por qué, si su organizacion social es defectuosa, no la cambian ó al menos escuchan la voz de los que salen perjudicados? Todavía estamos lejos: hablábamos de lo que quieren los estudiantes de los frailes... Desde el instante en que los frailes se esconden detrás del gobierno, los estudiantes tienen que dirigirse á éste.
Palabra del Dia
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