United States or Lesotho ? Vote for the TOP Country of the Week !


Mi papel de cicerone me agradaba y divertía. Hice, pues, algunas pequeñas excursiones con Madame Duval. La llevé a Cintra, a Colares, a Cascaes y a Mafra. En Cintra, aun viniendo como veníamos del Brasil, nos extasiamos contemplando la fertilidad y hermosura de aquellas montañas, con sus bosques floridos de magnolias y de camelias.

Por todas partes, en las paredes negruzcas, en las escaleras de piedra de algunas casas, en las tapias de los jardines, salen hierbas carnosas y relucientes, con florecillas azules y rojas. En las huertas hay inmensas magnolias, naranjos y limoneros. Yo encuentro a mi pueblo algo de Cádiz, de un Cádiz pequeño, melancólico y negro, menos suave y más rudo.

Doblegábanse los nispereros con el peso de los amarillos racimos cubiertos de barnizadas hojas; asomaban los albaricoques entre el follaje como rosadas mejillas de niño; registraban los muchachos con impaciencia las corpulentas higueras, buscando codiciosos las brevas primerizas, y en los jardines, por encima de las tapias, exhalaban los jazmines su fragancia azucarada, y las magnolias, como incensarios de marfil, esparcían su perfume en el ambiente ardoroso impregnado de olor de mies.

En el centro del jardín, la estatua de la Virgen se alzaba solitaria, bajo una corona de follaje que le formaban cuatro grandes magnolias, tan antiguas como el convento mismo; enredaderas de jazmín del País, trepando al pedestal de la imagen, le tendían floreciendo una alfombra de nieve.

No hay criaturas con menos originalidad que los hombres cuando desean algo... Estaban en una avenida del paseo. A través de las palmeras y las magnolias se veía por un lado el golfo luminoso y por el otro los ricos edificios de la ribera de Chiaia. Unos chicuelos desarrapados corretearon en torno de la pareja, persiguiéndose.

La oreja sonrosada, cuyo lóbulo mordía dulcemente al mismo tiempo que murmuraba palabras dulces; su cabecita, que en las noches de invierno se refugiaba en su hombro con el mismo ademán tímido del pájaro que oculta el pico bajo el ala; sus piernas de diosa, que pretendía ocultar ruborosamente cuando él la probaba aquellas medias adquiridas en el Rastro; su vientre antes de la deformación materna, con el gracioso hoyuelo umbilical, que parecía gesticular cuando se conmovía con la agitación de la risa; la doble copa de alabastro de sus pechos, aquellas dos magnolias de amor... todo había sido despedazado bajo el acero, sin piedad, sin misericordia.

A ella se le antojaban extravagancias, porque desde niña tenía un instinto de orden y tranquilidad y le parecía mal que Martín fuese tan loco. Los Ohandos eran dueños de un jardín próximo al río, con grandes magnolias y tilos y cercado por un seto de zarzas. Cuando Catalina solía ir allí con la criada a coger flores, Martín las seguía muchas veces y se quedaba a la entrada del seto.

La Virgen, los pies ocultos en esta blancura, tenía la cara inclinada y su manto de mármol le anegaba la frente y los ojos en sombra. Al caer la tarde se respiraba allí, por las magnolias y los jazmines, un aroma embriagante.

El invernáculo era otro gran salón de cúpula, ofreciendo magnífico conjunto de enormes jarrones azules realzados por adornos de oro, dobles cajas de plantas, estatuas medio ocultas bajo el ramaje, divanes rodeados de taburetes, y banquillos esparcidos bajo los grandes abanicos de las palmeras, de los bejucos colgantes con sus pálidas flores color de cera, y de las hojas barnizadas y espesas corolas blancas de las magnolias.

Las hojas de las magnolias brillaban como cristales, y en aquella atmósfera acuosa los colores, los matices de la naturaleza cambiaban sin cesar, los contornos de los árboles y las montañas se desvahaían con suavidad exquisita.