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Maximiliano empezó a inmutarse... La máscara fría y estoica parecía deshacerse como la cera al calor, y sus ojos revelaban emoción que por instantes crecía, como una ola que avanza engrosando. «Di si quieres... repetía la diabla con exaltación delirante . Déjate de santidades y reconciliémonos y querámonos... no lo has catado nunca.

Señor, yo quiero hechos... y el público no se fía de santidades... se fía de hechos.... Y Glocester citaba muchos hechos: la frecuencia de las confesiones de Anita Ozores, lo mucho que duraban las visitas del Provisor al Caserón, las visitas de la Regenta a doña Petronila.... ¡Cómo! ¿Y qué? ¿qué tenemos con esas visitas? ¿También va usted a creer que doña Petronila se presta?...

El aviso de la visita de la santa calmó bastante a la madre; pero no al hijo, que no entendía aún ni jota de santidades. Presentose la dama a las nueve, acompañada de Estupiñá; y después de saludar a Segunda como si fuera esta la señora más encopetada, pasó, y antes de decir nada a la que fue su amiga, examinó bien a Juan Evaristo Segismundo.

En mi demencia juzgué posible apartar esta noble alma de la piedad a que desde el nacer se inclina; aspiré a lo imposible, a luchar con Dios, único amante que cabe en la inconmensurable grandeza de ese corazón... Adiós, vuelva usted a sus santidades, remóntese usted a aquellas celestiales alturas, de donde este infame quiso hacerla descender.

Varias veces he conseguido de ella con mis cariñosas amonestaciones más que su madre con el rigor y toda la Iglesia católica con sus santidades... Volverá, volverá con nosotros... ¡Qué peligroso paso!... ¡Ella y yo fuera de casa!... Corramos, corramos. La casa de ese hombre está en el fin del mundo. Lord Gray abandonará su presa. Ya pronto llegamos. Lord Gray tendrá el castigo que merece.

Estaba tomándola el pulso a su modo. Clavó con sus ojos menudos los de Ana y repitió: ¿No sabes lo de Álvaro? El pulso se alteró, lo sintió ella con gran satisfacción. «A con santidades, pensó; pulvisés, como dijo el otro». ¿Qué le pasa? ¿qué se ha marchado? Ya lo . No, no es eso. ¿Qué? ¿No se ha marchado? Nueva alteración del pulso, según Visita.

La continuidad de estas molestias constituía una vida de martirio, y no es que quisiese tener lujo, no: mas juzgaba que su decoro y el contacto con altas personas le imponían deberes ineludibles; creía que ella y los niños no debían hacer mal papel en las casas a donde iban, ni le gustaba que las amigas la mirasen de reojo y cuchichearan entre , observando en ella una falda de taracea o una prenda cursi y anticuada... No obstante, quería entrañablemente a su marido, porque fuera de aquello de las miserias era un hombre completo, un ser de elección, bueno y cariñoso, honrado como pocos o como ninguno, hombre que jamás había tenido trapicheos ni tratado con mujerzuelas, ni puesto un duro a una carta, y por fin, de genio tan pacífico, que como no le tocaran a sus presupuestos, se hacía de él lo que se quería... Considerando esto, la infeliz llevaba con paciencia lo otro, es decir, los apurillos para vestirse, y se manejaba como podía para no desmerecer de su elevada clase... De donde resultaba que ambos, el Sr. de Pez y la señora de Bringas tenían respectivamente sus motivos de disentimiento conyugal, él por causa de las furibundas santidades de su esposa, ella por las sordideces de su marido; lo cual prueba que nadie encuentra completa dicha en este mísero mundo, y que es rarísimo hallar dos caracteres en completo acomodo y compenetración dentro de la jaula del matrimonio, pues el diablo o la sociedad o Dios mismo desconciertan y cambian las parejas para que todos rabien, y todos, cada cual en su jaula, hagan méritos para la gloria eterna.

Admirábala mucho, no exclusivamente por sus santidades, sino más bien por aquel desprecio del mundo, por su actividad varonil y la grandeza de su carácter.

Dad a Dios lo que es de Dios, y a la botica lo que a la botica pertenece, y no mezcléis berzas con capachos, o sea santidades con vomitivos. Más, mucho más hubiera dicho el discreto clérigo, si en lo mejor de su perorata no entrase Tablas, sorprendiendo a todos con los buenos días que dio desde la puerta.

Fueron ricas, pero han venido á menos; creo que el día menos pensado se comerán unas á otras. ¿Y en qué se ocupan? En nada, mejor dicho, en rezar. Una de ellas es santa, y le aseguro á usted que cuando se pone á hablar de sus santidades es cosa de morirse de risa. ¡Y qué impertinentes son! Cuando les propuse lo de la procesión, con objeto de sacar de allí á Clarita, se pusieron hechas unos grifos.