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La manera como se practica por el Museo el exámen escrupuloso de las destruidas moradas y sepulcros de los antíguos habitantes de los valles calchaquíes, nos asegura deducciones exactas que no era posible obtener antes por la confusion que resultaba de la dudosa ubicacion de casi todos los hallazgos anteriores, hechos por lo general por personas poco competentes ó interesadas en su venta, las que han alterado muchas veces la verdad sobre sus descubrimientos, mezclando los objetos de distintos yacimientos para obtener mayor precio, alteracion muy perjudicial, si se tiene en cuenta la importancia capital de las antigüedades de nuestras provincias andinas, para el completo conocimiento de la historia del hombre americano pre-colombiano.

Estaba sombrío, fosco, agitado, nervioso. Nos miró con asombro, quiso reír, pero su colérico semblante no echaba de más que rayos. Temblaba de ira, iba de un lado para otro de la sala, como un tigre en su jaula, nos miraba, nos decía algo inconexo, risible, estúpido, y luego hablaba consigo mismo en monosílabos incomprensibles, mezclando la lengua inglesa con la española.

Cuanto más que, si bien caigo en la cuenta, este vuestro libro no tiene necesidad de ninguna cosa de aquellas que vos decís que le falta, porque todo él es una invectiva contra los libros de caballerías, de quien nunca se acordó Aristóteles, ni dijo nada San Basilio, ni alcanzó Cicerón; ni caen debajo de la cuenta de sus fabulosos disparates las puntualidades de la verdad, ni las observaciones de la astrología; ni le son de importancia las medidas geométricas, ni la confutación de los argumentos de quien se sirve la retórica; ni tiene para qué predicar a ninguno, mezclando lo humano con lo divino, que es un género de mezcla de quien no se ha de vestir ningún cristiano entendimiento.

Muy contra su voluntad, a pesar de la desgracia que tenía encima, el cazador sintió el placer de la vanidad satisfecha. «Frígilis había disparado dos tiros y... nada; disparaba él uno solo y... cuatro.... , cuatro, allí estaban, sangrando sobre el prado, mezclando las gotas rojas con la escarcha blanca de la hierba».

Comparto vuestro gusto, señorita; viajar es la más interesante distracción. ¿Y vos habéis viajado? , algo. ¿Conocéis los Ruddar, los Shakird-Pische, los Usbecks, los Tadjies, los Molahs, los Dehbaschi, los Pend-Baschi y los Alamanos? le interrogué de un tirón mezclando razas, clases y dignidades. ¿Y qué es todo eso? preguntó aturdido el barón. ¡Cómo! ¿no habéis ido nunca a Tartaria? No, jamás.

Ella, enamorada de él rabiosamente por su parecido con el Maestro, quería casarse, y le hablaba de los millones del gobernador, mezclando sus entusiasmos románticos con las aficiones prácticas de su raza. Pero Febrer acabó por huir, antes de que la inglesa le dejase a su vez por algún director de orquesta que se asemejase más a su ídolo.

Eran más que hermanos: la mitad de su vida la habían pasado juntos, en contacto desde los pies a la frente, mezclando sus alientos, confundiendo sus sudores. Cada uno de ellos no sabía lo que en su cuerpo era suyo o asimilado del otro.

No he visto a estos indios conserven ninguna superstición ni rito de los de su gentilidad con sus muertos; lo único que hacen es, luego que expira, y en el tiempo que el cuerpo permanece en sus casas, y también en el entierro, se oye que algunas indias viejas, parientas o cercanas del difunto, lloran con una especie de tono ronco y desagradable, mezclando algunas palabras de sentimiento.

BIZCOCHOS PARA BRAZO DE GITANO. Se baten las claras de tres huevos a punto de nieve, mezclando tres cucharadas de azúcar hasta dejarlo como merengue; se echan las tres yemas enteras y se vuelve a batir mucho; se mezclan tres cucharadas de harina sin batir, pero bien mezclada; se unta un molde con mantequilla, se echa la pasta y se mete al horno suave algo más de un cuarto de hora.

»En aquel momento llegó Teobaldo, y ambos nos arrojamos a sus brazos... », son ustedes muy desgraciados nos dijo, procurando darnos una esperanza que él mismo no tenía, mezclando a los consuelos de la amistad los de la religión. »Durante dos días le vi ocupado solamente en calmar la desesperación de Carlos, que, en el colmo de su desventura, nada quería escuchar.