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Es ella la que murió ayerPero como yo he dicho a la buena mujer que el nombre de Cornelia me era desconocido y que hacía algunos años que estaba ausente de Salzburgo, me ha contado lo que sigue, mientras yo tomaba su brazo para atenuar la fatiga del camino: «Cornelia pertenecía a una familia opulenta, pero ella era tan humilde y tan compasiva, que nadie hubiera advertido su fortuna a no ser por sus liberalidades.

Los cuidados de Eulalia contribuían a aumentar sus dolores, y cuando la joven se aproximaba a su marido con una mirada llena de ternura y de dulzura, él volvía tristemente la cabeza y la rechazaba gimiendo. Por aquel entonces la casualidad le hizo saber que Carlos, al que se había creído muy lejos, había vuelto a Salzburgo después de pasar algunas semanas en su aldea natal.

30 de octubre. El otro día, casi sin darme cuenta, me encaminé hacia Salzburgo; pero, desde que vi la fortaleza de la montaña, las flechas de las iglesias, las cúpulas de los palacios, y desde que pude enlazar la sensación que experimentaba con todos mis recuerdos, me encontré tan poderosamente arrastrado, que por nada del mundo hubiese cambiado de dirección.

He dejado Salzburgo para reanimar mi corazón en aquel hogar de inocentes voluptuosidades, y en lugar de los consuelos que yo esperaba, todo lo que he visto no ha servido más que para redoblar mi disgusto. ¡Placeres más penosamente comprados que los que tienen tales recuerdos! ¡la dicha pasada puede, pues, ser un tormento de más!...

Pero, al entrar en Salzburgo yo no qué presentimiento espantoso... mi corazón se ha oprimido, mi mirada se ha oscurecido y el sentimiento de la vida me ha abandonado. Aquí acaba el diario de Carlos Munster.

Ella continuó: « El señor Spronck llegó a Salzburgo procedente de Carintia y nos fue presentado. Fue agradable a mi madre y yo misma le encontré no qué de usted, tanto en su aspecto como en su carácter y, sobre todo, esa huella de melancolía que demuestra que un alma tiene penas ocultas. Efectivamente, había experimentado grandes disgustos.

A algunos pasos de Salzburgo, hay una pequeña aldea cortada de una manera agreste sobre la montaña. Muchos arroyuelos que bajan de las rocas se reúnen debajo del cercado del presbiterio y forman un canal que va a través de la llanura, como una ancha cinta de plata, hasta perderse en el río.

Los hombres que habían acudido para conducir aquellos despojos a la tumba, le trasladaron a Salzburgo. Las profundas impresiones que había recibido no eran de naturaleza que pudiesen borrarse prontamente. Pasó un mes antes de que su espíritu se hubiese repuesto de aquellas emociones violentas.

Después la dobló, imprimió un ardiente beso sobre ella y la colocó sobre su corazón, al lado de una cinta que había pertenecido a Eulalia. En seguida escribió a Guillermo comunicándole su proyecto de retirarse al monasterio de Donnawert; después distribuyó su patrimonio entre algunas familias pobres de Salzburgo, porque él ya no tenía a nadie.