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Y á la vez, el recuerdo de las delicias de Nápoles, de aquel largo encierro de harén poblado de exasperadas voluptuosidades, renació en su memoria.

Admiró la belleza de esta aparición: un escalofrío estremeció su dorso; surgieron en su memoria las pasadas voluptuosidades... Y al mismo tiempo, el otro Ferragut que existía dentro de él se crispó con la violencia homicida del levantino, que sólo admite la muerte como venganza. Ella era la culpable de todo. «¡Ah... tal

Olvidó a la cincuentona con tocas de beata y creyó que tenía ante a aquella dulce y cariñosa Miguelina que por la noche se deslizaba en su cuarto como una gatita, llena de voluptuosidades... Al fin y al cabo, en toda su laboriosa carrera de funcionario, el amor de esa mujer había sido el único rayo de sol de su juventud, la única copa de placer que habían gustado sus labios.

En los cañaverales cantaba un ruiseñor débilmente como anonadado por la belleza de la noche. Se deseaba vivir más que nunca; la sangre parecía correr por el cuerpo más aprisa, los sentidos se afinaban y el paisaje imponía silencio con su belleza pálida, como esas intensas voluptuosidades que se paladean con un recogimiento místico. Rafael seguía el camino de siempre, iba hacia la casa azul.

Tuvo el presentimiento de que este beso iba á datar en su vida; de que empezaba para él una nueva existencia; de que nunca llegaría á despegarse de estos labios mordedores y acariciantes, que tenían un lejano sabor de canela, de incienso, de selva asiática poblada de voluptuosidades y asechanzas.

Las golosinas de Gustavo Droz, de Halévy y aun de Maupassant, andaban en todas las manos femeninas, impresas en una forma adecuada para lectores sibaritas, e ilustradas con todas las voluptuosidades artísticas del taller de Goupil.

A este balcón es al que se asoma Azorín de cuando en cuando, porque es el de su cuarto, y aquí en este cuarto es donde él pasa sus graves meditaciones y sus tremebundas tormentas espirituales. Azorín se sienta, lee un momento, baja, sale, también de cuando en cuando, a la puerta. Salir a la puerta es una cosa que no se puede hacer en Madrid; es una de las pequeñas voluptuosidades de provincias.

Al principio le hicieron llorar, más por la humillación que por su efecto físico; pero más tarde halló en esta misma humillación una nueva fuente de dulces y halagüeños placeres. Por una aberración que a nosotros sólo nos toca hacer constar, los golpes de aquellos brazos tersos y mórbidos, en vez de causarle dolor, evocaron en su natural fogoso un mundo de ignotas voluptuosidades.

Por otra parte el continuo movimiento de las olas y la inmovilidad de la llanura; el contraste de los barcos que pasaban, con las casas que estaban inmóviles, de la vida aventurera y de la vida determinada por analogía, debía impresionarle muy vivamente y lo saboreaba secretamente, sin duda, con el placer acre propio de las voluptuosidades del espíritu que hacen sufrir.

¡Su amistad! ¿Hasta qué punto me bastará tal sentimiento? ésta es la cuestión. ¿Qué puede haber de común entre una sociedad fría y austera, que no goza más que de alegrías serias y placeres acompasados, y esta unión, llena de embriaguez y de voluptuosidades, en la que dos seres predestinados vienen a confundir toda su existencia? ¿entre ese alimento de algunas almas miserables y el fuego puro y regenerador que devora la vida y la reproduce? ¡La amistad! ¡y qué! al niño testarudo que pide el objeto que se le ha sustraído, se le arroja cualquier chuchería para distraerlo.