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Yo jamás le he hecho nada malo, si se exceptúa el no querer llamarme barón de Pontournant y dejarla para vestir imágenes.... No puedo hacer más que ofrecerme á estrechar su mano ... Y te doy mi palabra de que tendré ese heroísmo.... Entonces todo saldrá á pedir de boca. Usted exagera su rencor. La edad ha amortiguado los fuegos de su cólera ... Se ha calmado mucho.

El título de Barón, y ese nombre con rastrillo, con barbacana y con torres almenadas, Pontournant, le fascinaba por su aire de la edad media y hubiera querido llevarle.

¡Pero si eso sería tan natural, querida señorita!... El señor Roussel de Pontournant.... ¡Oh! Ya se ha pronunciado ese nombre execrable, exclamó con amarga sonrisa la señorita Guichard; si, el señor Roussel, el tutor de Mauricio. Y primo hermano de usted, insinuó la señora Tournemine. Y mi más mortal enemigo, , señora. He aquí el peligro para .... Pero lo he prevenido de antemano.

Pero ¡cuánto mejor sería el efecto si al entrar te anunciasen: "¡El señor capitán barón de Pontournant!..." ¡Bah! dijo el novio. El capitán Roussel suena muy bien. Sería de muy buen gusto volver á llevar el nombre de una ilustración del primer imperio.... Mi abuelo no pondría buena cara á un miembro de la caballería ligera de la burguesía parisiense....

Ser baronesa de Pontournant con los ochenta mil francos de renta del tío Guichard, con más la fortuna de su primo y la suya; ¡qué sueño! ¡Y este Fortunato, poco complaciente, no quería que se le hablase de tal asunto! se burlaba de las veleidades aristocráticas de Clementina y no quería absolutamente proporcionarse el ridículo de convertirse en barón de Pontournant á los cuarenta años y siendo un notable comerciante, condecorado bajo el sencillo nombre de Roussel.

El barón Roussel había constituído un mayorazgo de diez mil francos de renta y añadido á su título el nombre de la tierra de Pontournant. Su hijo, que en tiempo de Luis Felipe se había dedicado á la industria, creyó oportuno llamarse sencillamente Roussel, y Fortunato, continuador de los negocios y partícipe de los escrúpulos de su padre, dejaba en el olvido su título nobiliario.

Ni la más insignificante enseña de nobleza; ni el más pequeño de; nada de Pontournant; Roussel á secas; ¡el bello Roussel! y aun, para los íntimos, ¡Roussel el menor! Y él se reía de eso; ¡horror! Á Clementina ese olvido no le hacía gracia ninguna.

Buena, alegre, un poco imperiosa, pero perfecta dueña de su casa, la baronesa porque ha conseguido ser baronesa y no desespera de serlo de Pontournant asombra á los suyos por las cualidades de su corazón. Calmado su rencor, ha vuelto á lo que estaba destinada á ser; una mujer muy viva, pero excelente, que se esfuerza en pagar con amabilidades los movimientos un poco bruscos de su carácter.