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A pesar de este calor y de la peste que daban los dos reverberos de petróleo colgados sobre la mesa, recientemente encendidos, aunque a media luz todavía por recomendación del conserje, muy encarecida al muchacho que apuntaba; a pesar de esto, y de llevar más de dos horas jugando, ni el Ayudante ni Leto mostraban señales de cansancio.

Era que los señores del billar azotaban el pavimento con las mazas de los tacos. Era proverbial el ingenioso buen humor de los señores socios. A las once de la noche no quedaba nadie en el gabinete de lectura. El conserje, medio dormido, doblaba los papeles, daba media vuelta a la llave del gas, y dejaba casi en tinieblas la estancia. Y se volvía a dormir a la conserjería.

Si Amaury hubiese abrigado algún temor, no habría dejado de parecerle bien extraño a quien hubiere observado la sonrisa con que le recibían todos los criados, desde el conserje que acudió a abrirle la verja hasta el ayuda de cámara que al pasar encontró en el vestíbulo, sonrisa reveladora de que lo consideraban como miembro de la familia que habitaba en el palacio.

EL brigadier, por un efecto de hidalga galantería, celebró mucho estos malos versos, y comiendo y conversando como buenos amigos, llegamos á Santa Genoveva. Despues de visitar el monumento que ya conocen mis lectores, aunque muy superficialmente, manifestamos, al conserje nuestro, deseo de visitar el Panteon.

Al abrir mi puerta me sorprendí desagradablemente al ver en el estrecho corredor á la mujer del conserje de la casa, que pareció demudarse por mi brusca aparición. Esta mujer había estado en otro tiempo al servicio de mi madre, quien le tomó cariño y le dió al casarla la posición lucrativa que hoy tiene.

Vió cómo levantaba la cabeza cada vez que pasaba Georgette, la hija del conserje, siguiéndola con los ojos. ¡Pobre padre!... Indudablemente se acordaba de las dos señoritas que vivían en Alemania con el pensamiento ocupado por los peligros de la guerra. El también se acordaba de Chichí, temiendo no verla más.

Efectivamente aún no te he visto con la cara hinchada... ¡Pero no te descuides! Todavía charlaron unos momentos embromándose mutuamente cuando se oyó el grito del conserje : Conferencia del señor Jiménez... Conferencia del señor Jiménez. Vamos a oír a Jiménez dijo Núñez alzándose de la mecedora. Sin embargo, Tristán todavía sentía un vago malestar en su espíritu.

El 16 de septiembre lo condujo al hotel de la implacable Honorina y le probó, preguntándolo al conserje, que había partido con le Tas para las islas Jónicas. El duque pareció emocionarse menos de lo que se hubiera creído.

El conserje y su familia parecieron decirle ¡adiós! con los ojos. Tal vez le llevaban á la muerte... Mas allá de las arboledas del castillo fué surgiendo un mundo nuevo. El corto trayecto hasta Villeblanche representó para él un salto de millones de leguas, la caída en un planeta rojo, donde hombres y cosas tenían la pátina del humo y el resplandor del incendio.

Y para alejar las visiones de muerte fijas en su pensamiento, siguió con los ojos la marcha de los cisnes, ofreciéndoles pedazos de pan que les hacían torcer el curso de su natación lenta y majestuosa. El conserje y su familia pasaban el puente con frecuentes entradas y salidas.