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Desde el borde de la barranca, dominado por la Torre-maldita, hasta el fondo del valle, desciende una cuesta ó callejuela sumamente empinada y compuesta de varios centenares de escalones al aire libre, paralelos á un pasadizo análogo de madera. Ambos forman un caracol de encrucijadas violentas, orilladas por casas y casuchas del mas sombrío, revuelto, sucio é inextricable aspecto.

El hombre mas experto, el de la mas prodigiosa memoria de localidades, se perdería en Toledo, sin el auxilio de un guia, al volver la segunda esquina de una callejuela. Casas desiguales y de construccion tosca y antiquísima encajonan todas las calles, dándoles un aspecto lúgubre y siniestro, como si se anduviese por los ásperos é irregulares senderos de una montaña.

Uno de aquellos visitantes que tanto inquietaban á la servidumbre trasladó sus libros y sus raídos trajes desde una callejuela vecina al Panteón á la vivienda señorial de los Lubimoff, instalándose en ella. Era un joven taciturno, dedicado al estudio de la química, y que no podía volver a su país.

Detrás de ella salió una sombra, con gorro de dormir y en mangas de camisa.... Al ver que la seguían, Paula corrió por la callejuela que bajaba al valle. El del gorro la alcanzó, la cogió por la saya de estameña y la obligó a detenerse; hablaron; él abría los brazos, ponía las manos sobre el corazón, besaba dos dedos en cruz; ella decía no con la cabeza.

Cuando la casa solariega fue secuestrada, mi madre se retiró a la pequeña en compañía de una o dos mujeres. Otro poderoso atractivo la seducía. Precisamente frente a las ventanas de la otra parte de la oscura callejuela estrecha y silenciosa, se alzaban y alzan todavía los elevados y sombríos muros aspillerados por algunas ventanas de un convento de monjas Ursulinas.

¿Qué queréis? tanto robó á su excelencia, que es muy rico. ¡Ya! pues mira: vas á buscar ahora mismo á Esperanza. Muy bien. La darás esta sortija y la dirás: el caballero que os envía como señal esta sortija, espera hablaros un momento por una de las ventanas que dan á la callejuela excusada. Muy bien, señor. Pero al instante, al instante.

Florela, que por haber hallado con otra mujer joven y bella a Cervantes, no sabía qué hacerse, poseída de un miedo súbito, echose fuera de la puerta del bodegón al ver que Cervantes se levantaba y para ella se iba, y diose a correr, y doblando una próxima esquina, metiose por la callejuela a que daban las tapias del jardín de la casa de su señora, y llegó al postigo por donde había salido, y del cual tenía llave, y entró, y no se creyó segura hasta que tornó a cerrar, poniendo aquel reparo entre ella y Cervantes, que la había perseguido.

, antes que viniérais sonaron cuchilladas en la callejuela. ¡Ah! ¡ah! dijo para Calderón bajando las escaleras detrás del duque . ¡Cuchilladas junto al postigo de su excelencia, y su excelencia interesado en saber el fin de estas cuchilladas! ¡ah! ¿qué será esto? ¡Creo que este hombre, cuando me guarda secretos, desconfía de !

El cura, asustado al sentir el frío del agua cerca de la espalda daba órdenes para que el santo volviera atrás. Ya estaba al final de la callejuela, en el mismo río; se notaban los esfuerzos desesperados, el recular forzado de aquellos entusiastas que comenzaban a sufrir el impulso de la corriente. Creían que cuando más entrase el santo en el río más pronto bajarían las aguas.

La tardanza de don Baltasar era porque él no entraba nunca en la callejuela donde estaban los soportales y el postigo, sino después de haber visto el resplandor de una luz, desde la calle del Hombre de Piedra, en los vidrios de una ventana de la parte principal de la casa, cuya seña hacía Lisarda para que él supiese que podía ir sin cuidado; y aquella noche Lisarda no había hecho la seña a la hora de costumbre, porque en aquella hora estaba yo viniendo al mundo, y ella estaba junto a mi madre.