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Así deberían perecer los habladores. El sobrino se calló; volvió el tío á su lectura, y no había pasado un cuarto de hora, cuando se dirigió de nuevo al lecho del joven que, vencido por el sueño, dormía ya profundamente, y gritó: ¡Despierta, Lázaro! Y despertó dando un salto, aterrado y convulso, como debemos despertar el último día, cuando suene la trompeta del Juicio.

¡Ya se ve! el bueno de Mauricio había conocido por una extraña casualidad a una hija del tal griego, que tenía los ojos más negros y más habladores del mundo, y, sin duda, por casualidad había encontrado también el medio de introducirse de noche en los jardines del griego.

Aparte del placer que me causaban las conversaciones de los muchos castellanos compañeros de viaje, manifestándose todos inteligentes, habladores, chistosos y de excelente índole, los objetos del tránsito me interesaban.

Si gastas chanzas con la parienta de un ministro, quieres un empleo. En una palabra, en esta sociedad de ociosos y habladores nunca se concibe la idea de que puedas hacer nada inocente, ni con buen fin ni aun sin fin.

Sus ojos eran tan expresivos, que parecían habladores; su boca tenía sonrisas entre mimosas y burlonas; y en conjunto, por su talle y rostro recordaba los tipos de aquellas muchachas diabólicamente hermosas que algunos pintores han trazado en torno de los santos combatidos de voluptuosas tentaciones.

Requiere saber todos los secretos habladores de la fisonomía: las arrugas por donde corre la burla, los pliegues del abatimiento, los surcos de la desconfianza y de la cólera; y conocer también, como un pintor, la armonía que debe mediar entre las pelucas y añadidos y las expresiones del semblante, el modo de ensanchar los ojos, de aviejar la boca, de dar á los labios aquella expresión y aquel color más en consonancia con las palabras que han de decir.

El pasear, el hablar, el disputar, son sin duda ejercicio de facultades del espíritu y del cuerpo; y no obstante en el mundo abundan los amigos de pasear, los habladores y disputadores, y escasean los verdaderamente laboriosos.

La tienda se transformaba; pero la tertulia era siempre la misma en el curso lento de los años. Unos habladores se iban y venían otros.

Como él pegase la hebra con gana, ya podía venirse el cielo abajo, y antes le cortaran la lengua que la hebra. A su tienda iban los habladores más frenéticos, porque el vicio llama al vicio. Si en lo más sabroso de su charla entraba alguien a comprar, Estupiñá le ponía la cara que se pone a los que van a dar sablazos.

Así ... muy exaltados, muy amigos de embaucar al pueblo y pronunciar discursos ... pues, así como . Lázaro su asustó más y comprendió menos. Esos chicos valen mucho. ¡Si supieras qué útiles son! Amantes de la libertad, habladores, impetuosos, entusiastas. ¡Ah! No temo yo á éstos ... Lo harán bien. ¡Plan magnífico!