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Misia Casilda salió, con paso resuelto, y tomó la calle de Moreno, rumbo al Este. Si él supiera, sería el primero en decirme que fuera a casa de Esteven, si no iba él en persona... ¡Cómo permitir que ese hombre se entere de la vergonzosa acción de Quilito! ¡ay, sólo de pensarlo, la cabeza se me va!... ¿Me recibirá Gregoria?

Dijo que don Raimundo acababa de salir, que había exhibido el pagaré de treinta mil nacionales, y que ella, con sus propios ojos, que comería la tierra, había visto al pie de su firma, la firma de Esteven... Miró a Quilito, y en su turbación y en su semblante demudado leyó la verdad, la comprobación de su sospecha. ¿Qué has hecho? ¿qué has hecho? volvió a decir con angustia.

Si yo les juro que Quilito... digo, ese joven, no me ha dicho nada de particular; además, no volveré a hablarle. Bueno, ya se acabó dijo don Bernardino; venga acá mi Nanita querida a abrazar a su papaíto. Susana no renunció, sin embargo, a su idea de reconciliación; ya les catequizaría poco a poco. ¿De qué había de servirle, entonces, la grande influencia que ejercía sobre sus padres?

Quilito se descubrió la cabeza; tenía fiebre. La marea le mojaba ya los pies, y se retiró al otro extremo del tronco: miraba el agua avanzar y decía: Cuando llegue hasta aquí y los faroles del muelle se enciendan, entonces, entonces... Es inútil, será cierto y muy razonable todo eso, pero yo no quiero la vida, lo repetiré cien veces; ni ante mi padre, ni ante Susana me atrevería a presentarme ahora, aunque estuviera seguro del perdón del uno y del amor de la otra.

Pero, ¡Quilito! exclamó la tía escandalizada, y aquí entra esa criatura y verá esta vergüenza. Y él, sin volverse, muy tranquilo: Si es la Verdad, tía, o la Fuente, que no lo bien, ¿puede darse nada más natural? Indudablemente, en cuanto a natural, lo era, y aun sobraba. ¡Cómo estará Colón esta noche, tía! ¿Por qué no iba ella a la cazuela?

Hízole entrar en la sala, y estrechando sus manos con fuerza, descompuesta, loca, prorrumpió en esta pregunta: ¿Qué has hecho, hijo mío, qué has hecho? Quilito, pálido, no comprendía.

Peor lo ha hecho Quilito saltó Jacinto más animado, que ha perdido ciento cincuenta mil nacionales, y anda en la Bolsa, empeñado en sacarlos debajo de tierra. ¡También el Varguitas! ¡y no tiene sobre qué caerse muerto! Ese es el ejemplo que te ha perdido.

¡Pobrecilla! con las manos, deformadas horriblemente por los sabañones, restregábase los ojos, haciendo ese hipo lastimero del niño que va a llorar; Quilito, compadecido, la acarició los pelos cerdosos, irreductibles a la disciplina de la peineta.