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Vió hombres clavados por el vientre en el extremo de un fusil, mientras una punta enrojecida asomaba por sus riñones; culatas en alto cayendo como martillos; adversarios que se abrazaban rodando por el suelo, pretendiendo dominarse con patadas y mordiscos.

El dueño protestó: ¿para qué este destrozo inútil?... Experimentaba una tortura insufrible al ver las botas enormes manchando de barro las alfombras, al oir el choque de culatas y mochilas contra los muebles frágiles, de los que caían objetos. ¡Pobre mansión histórica!... El oficial le miró con extrañeza, asombrado de que protestase por tan fútiles motivos.

Los grandes ejércitos organizados por una sociedad basada en la fuerza, servirían para darla la muerte. Los trabajadores uniformados levantarían las culatas de los fusiles que les entregan sus explotadores para que les defiendan, o se valdrían de estas armas para imponer la ley de la felicidad de los más, a los pastores perversos que durante siglos mantenían al rebaño humano en la injusticia.

La música de la Academia había cesado de tocar un pasodoble en la misma puerta Llana, y se oían las voces de mando de los oficiales y el choque unísono de las culatas al quedar inmóviles las compañías de cadetes. Don Antolín, con su gran vara de plata y una capa pluvial de brocado blanco, iba de un lado a otro, reuniendo a los empleados del templo.

Llegamos al fin a los frigoríficos continuó Maltrana . Unas puertas que tienen de grueso casi tanto como de alto, unos dados de acero que giran ligerísimos sobre sus goznes y se abren y cierran lo mismo que las culatas de los cañones... Crac: una vuelta de muñeca y todo queda justo, acoplado, sin la menor rendija.

Pa abreviá: que me tuvieron hasta la aurora gorpeándome en todo er cuerpo, unas veses con las baquetas, otras con las culatas, hasta que se cansaron, y yo queé en er suelo sin conosimiento. Me tenían atao de pies y manos, gorpeándome como si fuese un fardo, y entoavía me desían: «¿No eres el más valiente del pueblo?

Caía de los balcones una lluvia de pétalos de rosa, volaba el talco como nube de vidrio molido, estallaban luces de colores en todas las esquinas, y entre el perfume del incienso, el agudo reclamo de las cornetas, la grave lamentación de la música, la melancólica salmodia de los sacerdotes y el infantil balbuceo de las campanillas de plata, avanzaba el palio abrumado por la lluvia de flores, iluminado por el resplandor de incendio de las bengalas; y el sol de oro, mostrándose en medio de tal aparato, enloquecía a la muchedumbre levantina, pronta siempre a entusiasmarse por todo lo que deslumbra, e inconscientemente, lanzando un rugido de asombro, empujábanse unos a otros, como si quisieran coger con sus manos el áureo y sagrado astro, y los soldados que guardaban el palio tenían que empujar rudamente con sus culatas para conservar libre el paso.

Gracias, Excelencia dijo el viejo, adivinando su magnánima respuesta. El comandante había desaparecido. Tampoco le encontró fuera de la casa. Un soldado trotaba cerca de la verja para transmitir la orden. Vió cómo la escolta repelía con las culatas al grupo vociferante de mujeres y chiquillos. Quedó limpia la entrada.

Cuando se decidía a trabajar, fabricaba las más hermosas pistolas que se conocían en los campos de Ibiza. Pepet enumeraba su trabajo. Le enviaban de la Península cañones viejos de escopeta lo viejo inspiraba respeto al atlot y los montaba a su modo en culatas de pistola esculpidas con bárbara fantasía, añadiendo a la obra prolijos adornos de plata.