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Cuando la mujer gris me dejó solo en mi cuarto, me empeñé obcecadamente en considerar por su lado más negro la generosa empresa acometida por aquellos abnegados tablanqueses, y volví a asomarme al balcón.

Acaso, acaso tenía sobrada razón la Comadreja. ¿De qué sirve ser un santo si al fin la gente no lo cree ni lo estima; si por más que uno se empeñe, no saldrá en toda la vida de ganar un jornal miserable; si no le ha de reportar el sacrificio honra ni provecho? ¿Qué han de hacer las pobres, despreciadas de todo el mundo, sin tener quien mire por ellas, más que perderse? ¡Cuántas chicas bonitas, y buenas al principio, había visto ella sucumbir en la batalla, desde que entró en su taller!

Y á mi ver, dicha concordancia aparecerá con tanta mayor claridad y brillantez, cuanto menor sea el propósito del poeta de sostener una tesis, de dar lecciones de moral ó de enseñar científicamente esto ó aquéllo. Lo que verdaderamente importa para que el poeta sea buen poeta, es que sea sincero y no se empeñe en engañarnos.

Advirtiéndoles tambien que tengan particular cuidado de averiguar, si los indios intermedios son muchos ó no, para que V.S. en esa inteligencia, pueda determinar la fuerza que parezca suficiente: y en fin, que el comisionado empeñe su celo y capacidad, en que los emisarios ó exploradores, bien instruidos de sus prevenciones, adelanten cuanto sea posible en esta importancia.

Pero al tomar todo esto como elementos de su arte, no conviene a mi ver, que se empeñe en ser didáctico, porque se expondrá a enseñar menos y peor que lo que enseña el más pobre de los manuales y a faltar a su vocación de artista, sin crear la belleza y sin producir el deleite estético por el vano empeño de patentizar y divulgar inauditas verdades.

En vano me empeñé en transmitir al papel las impresiones que en produjo aquella carta; en vano luché por expresar la emoción de mi alma hondamente conmovida, la emoción sublime que señoreada de mi espíritu anudaba mi lengua, humedecía mis ojos y paralizaba mi pensamiento. Desalentado, rendido de cansancio, me tendí en el lecho.

A casa viene todos los días en que mamá recibe y no pocos días en que mamá no recibe. ¡Y que se empeñe mamá en hacerme creer que esto es amistad pura! Ya, ya. Venga Dios y lo vea. Yo lo hallo muy natural. Si yo no celebrara, disculparía hasta que ella se casase. Lo que me enoja, es su falta de franqueza.

¡Qué había de huir!... solamente se la he jugado a Manuel, del modo más gracioso!... Verá V. cómo se ríe... Me empeñé hoy en ir a la tertulia de unas primas, que viven en la calle de Fuencarral, y papá mandó a Manuel que me acompañase.

Yo la quiero a usted mucho; yo le debo a usted la vida, y aunque usted se empeñe en reñir conmigo, no lo ha de conseguir... Vamos a ver.

Señores afirmó Calleja, repito que todos esos son unos muñecos al lado de Romero Alpuente. ¡Cómo puso á los frailes hace dos noches! ¿A que no saben ustedes lo que les dijo? ¿A que no saben...? Ni al mismo demonio se le ocurre.... Pues los llamó.... ¡sepulcros blanqueados!... Miren qué mollera de hombre.... No se empeñe usted, Calleja refunfuñó el ex covachuelista con alguna impertinencia.