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Jamás predicador alguno, jamás Bossuet ni Fenelón, jamás Massillon ni Fléchier, jamás el mismo Mermilliod, desplegaron desde su sagrada cátedra una elocuencia más persuasiva y untuosa que la empleada por M. Alfredo L'Ambert ante el lecho de Romagné. Dirigiose primero a la razón, después a la conciencia, y por último al corazón del enfermo.

Que le ha permitido, finalmente suprimir la rebelión por el meeting y las revoluciones por el gobierno de la oposición triunfante en los comicios, gracias también a esa otra doctrina de compromiso entre la democracia y la monarquía, según la cual el rey reina, pero gobierna el parlamento por el ministerio responsable, a la inversa del continente, donde el sistema inglés se estrelló con las doctrinas regalistas de los doctores de la Iglesia, de Bossuet y de Fenelón, que hacían de la abnegación una virtud denigrante en los jefes de estado por institución divina, falso concepto que indujo siempre a los caudillos latinos al absolutismo, en Europa y en América y que Carlos X expresaba en esta fórmula que lo llevó a perder la corona en la revolución de 1830: "prefiero ser aserrador a reinar en las condiciones del rey de Inglaterra".

Frescos brillantes, fastuosos, casi lascivos; apoteosis de Bonaparte, hombres ilustres de la república y del imperio; Fenelon, Malesherbes, Mirabeau, Voltaire, Rousseau, Lafayette, Carnot, Manuel, Monge, Laplace, David, Bichat, Lagrange: es decir, allí está todo lo que debe estar en un arco de triunfo, en una academia, en un teatro, en un cementerio, en un museo, en un alcázar: no hay nada de lo que debe haber en una iglesia: victorias, apoteosis griegas, pinturas romanas, la libertad, el genio, el valor, la ciencia, la historia; guerreros, teólogos, protestantes, cismáticos, realistas, republicanos, poetas, cirujanos, matemáticos, críticos, filósofos, inventores; todo eso he visto allí: no he visto un santo.

Yo me acordaba de él y de cuando venía a casa; como que al verle entrar nos quedábamos todos turulatos y nos parecía que entraba por esa puerta la Divina Majestad... Pues como te digo, dejó de venir. En aquel tiempo conocí a Fenelón; fue mi novio y me pidió. Mamá tenía todavía ilusiones; papá se había curado de ellas.

Pues ya cayó otro; solamente que ahora no da con mi Fenelón, que era un santo y no sospechaba de nadie más que de los prusianos. Ahora da con un hombre templado, tu amigo, que no se conformará con esta deshonra, ¿verdad? Te aseguro que le va a arder el pelo al tal primito con todo su mal de corazón y su extranjerismo. Fortunata no chistó.

Calumnia no dijo la de Fenelón, atendiendo más a su corte . Podrá ser equivocación. ¿Quién demonios sabe lo que pasa en el interior de la mona? Que el difunto Moreno andaba loco por ella, no tiene duda. Falta saber, por ejemplo, si ella le correspondía o no. me dijiste que , y que tenían citas...

Hemos tenido un gran placer. Visitamos el Instituto, y vimos las estátuas de Bossuet, de Descartes, de Fenelon y de Tully. Vimos tambien con gran satisfaccion los bustos de otros hombres célebres, entre ellos el de Molière, sin embargo de que este gran poeta no perteneció á la Academia de su siglo. Pertenecia á otra Academia mucho más grande: á la de la historia, á la del tiempo. El busto tiene esta noble y discreta inscripcion: Rien ne manque

Cada cual se comía una yema de chocolate, y después tomaron otra de coco. Lejos del oído impertinente de doña Lupe y doña Casta, Aurora se secreteó con Fortunata: «Se han ido todos esta tarde... El primo Manolo va también con ellos». v Aquí cuadra bien decir que Fortunata y la viuda de Fenelón se habían hecho muy amigas.

Hállase tambien del otro lado del rio el famoso Luxembourg, con sus recuerdos eternos, sus lucidos jardines y su pompa arquitectural: allí está tambien la magnífica iglesia de San Sulpicio, con una gran plaza delante, adornada con una elegantísima fuente que tiene las estatuas de Fenelon, Bossuet, Massillon y Bourdaloue.

Hasta cierto punto las palabras de Fenelon pueden ser interpretadas con un sentido que no rechaza el comun de los teólogos. Distinguen estos dos clases de perfecciones: unas que no envuelven ninguna imperfeccion, como la sabiduría, la santidad, la justicia; otras que envuelven alguna imperfeccion, como por ejemplo, las que pertenecen á los cuerpos, la extension, la figura etc.