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Suspenden su marcha, diciendo: «Este es el mar Tenebroso.» Y ponen las proas de sus naves en dirección á su país. «Sería cometer una impiedad el violar ese santuario. ¡Desdichado de aquel que se vea hostigado por tan sacrílega curiosidad! En las postreras islas apareció un coloso, un rostro amenazador gritando: «No paséis más allá

Vea usted: estábamos, como hoy, después de una gran victoria, en alguna parte..., yo no dónde..., en una especie de barracón de madera, de gruesas vigas, rodeado de una empalizada.

Me siento al mismo tiempo muy embarazada, porque he olvidado volver el pan á la canasta, como debe hacerse, cuando no se tiene hambre, y tengo miedo de ser castigada; pero al pasar por el patio voy á tratar de arrojarlo por el respiradero del sótano, sin que nadie me vea. Cómo, hermana mía respondí, sonrojándome ligeramente ¿vas á perder ese gran pedazo de pan?

¡Ah! gimió la hostelera, frunciendo las cejas y moviendo la cabeza. ¿Por qué se habrá metido en ese malhadado asunto? De él nos viene todo el mal, y seguramente no hemos llegado al fin todavía. Tenga paciencia. Todo se arreglará. Veré al señor Simón, y si es razonable... La señora Miguelina le interrumpió precipitadamente: No, no le vea usted otra vez. ¡Ya es demasiado que se encontraran ayer!...

Grano de Sal sacó un reloj lo menos de una pulgada de grueso. Tiene usted razón, señor Durand, son las diez. Después, alargándole el reloj, atado con cuidado a una larga cadena de acero reforzada con un cordón negro: Vea, ¿lo reconoce usted? dijo al maestro.

21 mas cómo vea ahora, no sabemos; o quién le haya abierto los ojos, nosotros no lo sabemos; él tiene edad, preguntadle a él; él hablará de . 22 Esto dijeron sus padres, porque tenían miedo de los judíos; porque ya los judíos habían conspirado, que si alguno confesase ser él el Cristo, fuera expulsado de la sinagoga. 23 Por eso dijeron sus padres: Edad tiene, preguntadle a él.

No, no creo que usted me vea en tales agonías y no me favorezca. ¿Yo?... ¿Y de dónde lo voy a sacar? Del arca. No estás mal arca de Noé. ¡Tía! ¡Si debes más que el Gobierno; si te has metido en unos belenes...! Suponte , y es mucho suponer, que yo, echando por zancas y barrancas, arañando aquí y allá, reúna mil reales... Mil reales es muy poco.

-Si eso es así -dijo Sancho-, vea el señor doctor de cuantos manjares hay en esta mesa cuál me hará más provecho y cuál menos daño, y déjeme comer dél sin que me le apalee; porque, por vida del gobernador, y así Dios me le deje gozar, que me muero de hambre, y el negarme la comida, aunque le pese al señor doctor y él más me diga, antes será quitarme la vida que aumentármela.

Cuando nos paseábamos por los jardines de San Martino, tal vez estaba agonizando de hambre, de sufrir martirios, ¡y yo, como una heroína de novela, como una colegiala loca, besándome contigo, haciéndote promesas!... Además, ¡la llegada del telegrama en la misma tarde que ibas á venir , como algo definitivo en mi existencia! ¿No vea una intervención superior, un castigo á mi maldad?

Y vea usted cómo han fallado mis cálculos: en la Bolsa, la suerte siempre de espaldas, y en el club; hasta la lotería... mi número sin querer salir... Del cajón de la mesa sacó un puñado de billetes de lotería, arrugados, que arrojó al suelo.