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Actualizado: 8 de junio de 2025


¡Querría servir con Usía en la policía! ¿Conoce bien la ciudad? No, señor. ¡Bueno!... ¡Ya se hará a la cancha! ... Vea, no tengo sino puestos de vigilante; pero aquí, con buena conducta, se asciende pronto. Está bien, señor. Y diez minutos después recibía mi ropa en la mayoría , y quedaba como vigilante en la guardia del Departamento. El principio de mi carrera fue penoso y mortificante.

Escribióme el duque, mi señor, el otro día, dándome aviso que habían entrado en esta ínsula ciertas espías para matarme, y hasta agora yo no he descubierto otra que un cierto doctor que está en este lugar asalariado para matar a cuantos gobernadores aquí vinieren: llámase el doctor Pedro Recio, y es natural de Tirteafuera: ¡porque vea vuesa merced qué nombre para no temer que he de morir a sus manos!

Vea usted lo que les está pasando á los chicos inespertos que en Madrid piden tantas reformas: están tachados todos de filibusterismo, muchos no se atreven á volver, y sin embargo ¿que piden?

Le escribí al juez informándole de mis costumbres. «Además le decía , ¿para qué quiere usted ver mis heridas? Si están curadas, no vale la pena de que usted las vea, y si no lo están, me será difícil abandonar la cama para ir a enseñárselas a usted. En realidad de verdad, debo comunicarle a usted que mis heridas son bastante leves, por lo cual espero que no me tratará usted con excesivo rigor.

¡Vea usted! dijo Momo , una boca como una espuerta, que echa fuera sapos y culebras. ¿Y tu jeta? dijo María con una rabia, que esta vez no pudo contener , ¿y tu jeta espantosa, que no ha llegado de oreja a oreja, porque tu cara es tan ancha que se cansó a medio camino? Momo, en respuesta, cantó en tres tonos diferentes. ¡Gaviota! ¡Gaviota! ¡Gaviota!

Bien; la hablaré, pero desconfío: por lo mismo, y como esta comisión es harto delicada, quiero que esté usted presente. ¡Yo!... de ningún modo. Hay un medio: en el locutorio puede usted estar a un lado de la reja sin que ella le vea. Eso es repugnante. Necesito que usted asista a esta grave conversación... compréndame usted y disculpe como debe mi franqueza. Pero yo confío ciegamente en usted.

Esto que no me lo paso, no me lo paso... Y le he cogido tal miedo, que cuando la veo venir por la calle, se me sube toda la color a la cara, y me voy por otro lado para que no me vea. A mi hermana le ha dicho que me perdona, ¿ves?, y que todavía cuenta hacer algo por . Es que eres atroz... le dijo Fortunata . Si no te quitas ese vicio, vas a parar en mal.

Y fingiendo indignación, volvió el gitano la espalda al comprador como si diese por fracasado todo arreglo; paro al ver que Batiste se iba verdaderamente, desapareció su seriedad. Vamos, señor... ¿cuál es su gracia?... ¿Batiste? ¡Ah! Pues mire usted, señor Bautista: para que vea que le quiero y deseo que esa joya sea suya, voy á hacer lo que no haría por nadie. ¿Conviene en treinta y cinco duros?

He jurado no tenderle la mano aunque la vea con agua al cuello. Si fuese como Dios manda, una persona arregladita y económica, la sangre de mis venas le daría; pero a una derrochadora, que sólo se acuerda de su hermano en los apuros, y cuando tiene cuatro cuartos desprecia sus consejos, a ésa no le doy ni esto.

¡Oh! ¡Bonitísimo suceso! exclamó con entusiasmo D. Diego . ¡Cuánto daría porque a me pasase uno semejante! ¿Ella le ha visto a usted? No. Pues en cuanto le vea, apuesto a que se apresura a salir por la puerta, sin exponerse a los peligros de arrojarse por la ventana. Pero ahora que me ocurre, Sr.

Palabra del Dia

rigoleto

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