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Actualizado: 8 de junio de 2025


Los amo como a buenos amigos con quienes ha crecido uno, como amo a mi país cuya hermosura ellos son. Sepa usted que nací casi en los bosques y que desde muy niño he vivido en medio de ellos... Un árbol hermoso, vea usted, como éste...

Dejadme primero que cierre, que con la alegría de veros, de cerrar la puerta me he olvidado; y con que pase un alguacil y lo vea, multa tendremos, y no estamos para esos lujos, que los tiempos andan muy magros.

Quiero que vea usted cómo está la casa, para que se convenza de que aquí no pueden vivir cristianos. Pues mudarse. Pero, hijo, ¡qué tiranístico se ha vuelto! No he visto casero más malo... ¿Pero ni siquiera me blanqueará la cocina, que parece una carbonería? ¡Y hay cada agujero!... Yo no puedo vivir entre tanta suciedad. ¿Sabe lo que le digo?

La bacía yo la llevo en el costal, toda abollada, y llévola para aderezarla en mi casa y hacerme la barba en ella, si Dios me diere tanta gracia que algún día me vea con mi mujer y hijos.

No quiero que para él haya ya aurora ni luz, quiero que se agite entre las sábanas como entre envolturas de llamas, que le persiga el fantasma del inocente que ha sacrificado, que mil demonios le taladren sin cesar el corazón... ¡Vea usted lo que dice! gritó Tristán rojo de cólera . Si hago llamar para que escuchen estas palabras dará usted cuenta de ellas ante la justicia.

Por medida de precaución, le haremos, si usted quiere, un telegrama desde Hendaya; pero lo que yo supongo es que tomará el primer tren que vea salir para Francia, corriendo en busca de usted. Si retrocedemos, se expone usted a cruzarse con él en el camino, y a perder tiempo, y a molestarse más. Si se queda usted en la primera estación que encontremos, para esperarle allí....

Pero, maestro Durand, vea usted que se llevan para el brick todos los palos y todas las vergas de recambio de la goleta. ¿Cómo vamos, pues, a navegar? Quizá por el vapor respondió el señor Durand, que no podía resistir el placer de hacer un chiste. ¡Cómo! Usted se va, maestro Durand, y vosotros también, camaradas. ¿Y nosotros? ¿y nosotros?... ¡Maestro Durand!... ¡Maestro Durand!

Pero la complicación de causas trae la complicación de efectos, y por eso vemos en el mundo tantas cosas que nos parecen despropósitos y que nos hacen reír. Vea usted por qué yo profeso el principio de que no debemos reírnos de nada, y que todo lo que pasa, por el hecho de pasar, ya merece algo de respeto. ¿Se va usted enterando?

No pudiendo fijarse cifras, dime si hay calculo posible, ni presupuesto aproximado, y dime asimismo si esta cuestión no merece la pena de que se estudie de una vez, se discuta, se analice y se vea la forma y manera de que obedezca á reglas y principios fijos.

Ninguna objeción acertó a poner don Paco, convencido de lo puesta en razón que estaba Juanita. Solamente le dijo: Ya que no me recibes, no te vayas de la reja y habla conmigo un rato. Aunque la gente nos vea, ¿qué podrán decir?

Palabra del Dia

rigoleto

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