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Primeramente hay que colocar la bandera argentina, más alta que todas. Luego, á su derecha, la de España. ¡Que nadie me lo discuta! En esta tierra, después de los argentinos, somos nosotros. Ya sabe usted... Isabel la Católica... Solís... don Pedro de Mendoza... don Juan de Garay...

Pequeña y corta, la primera parece un tambor mayor con las piernas cortadas, pues goza de una estatura desmesuradamente larga, con relación a los miembros inferiores. En pie es una enana; sentada parece inmensa. Su voz, retumbante, hace eco en todos los departamentos que tienen la suerte de recibirla; habla alto y firme y no admite que se discuta con ella.

Ni para que me lo digas ni para que yo lo discuta te he pedido yo y me has concedido la cita. Yo no soy un personaje ridículo y no tienes derecho para querer hacerme objeto de una necia burla. Yo estaba exasperada, señor don Andrés, y si alguna falta hubo en , harta disculpa tiene. Por mi humilde cuna, por mi baja condición social, todos me despreciaban, incluso vuecencia.

Ya hay quien dice que los diputados deben vestirse como los alguaciles en día de pregón de Bula, y no falta quien sostiene que todo cuanto se hable, proponga y discuta en la Asamblea, debe decirse en verso. Pues de ese modo sería precioso afirmó doña Flora. En efecto dijo Amaranta y como se reúnen en un teatro la ilusión sería perfecta. Prometo asistir a la inauguración. Yo no faltaré.

Pide una especie de lugar común, en todo estudio acerca de Pereda, que se discuta el más o menos de su realismo o naturalismo, tomada esta palabra en su sentido modernísimo.

No pudiendo fijarse cifras, dime si hay calculo posible, ni presupuesto aproximado, y dime asimismo si esta cuestión no merece la pena de que se estudie de una vez, se discuta, se analice y se vea la forma y manera de que obedezca á reglas y principios fijos.

¿Ha encadenado la Prensa y puesto una mordaza al pensamiento para que no discuta los intereses de la patria, para que no se ilustre e instruya, para que no revele los crímenes horrendos que ha cometido y que nadie quiere creer a fuerza de ser espantosos e inauditos? ¡Insensato! ¿Qué es lo que has hecho?

Gallardo, mientras tanto, iba hacia la presidencia para saludar, y los entusiastas incondicionales le acompañaban con un aplauso tan ruidoso como poco nutrido. No ha tenío suerte decían con su ardiente fe a prueba de desengaños . Pero las estocadas, ¡qué bien marcadas!... Eso no hay quien lo discuta.