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Durante la semana, paseando entre las cajas del taller, manchado de tinta y oliendo a papel húmedo, pensaba nostálgicamente en los cerros cubiertos de pinos, alcornoques y robles, en los matorrales que se abrían ante el hocico de los venados, escapando éstos después con un bufido de alarma, en los grandes espacios de cielo azul, con las cimas nevadas del Guadarrama en el fondo, como una muralla de almenas de plata que brillan al sol.

Por suerte, el engaño venía a ocultar esta cruel desigualdad, y todos los humanos acababan sus días pensando nostálgicamente en la juventud, creyendo haber conocido realmente el amor, cuando no habían sentido otra cosa que el delirio de un contacto de epidermis.

Los niños de hoy, convertidos en viejos, harían memoria de cómo aprendieron á jugar á la pelota con unos soldados llegados de una tierra de prodigios al otro lado del mar; las muchachas, hechas abuelas, se acordarían nostálgicamente del novio americano que tuvieron.

Maltrana, oyendo estos lamentos de dueña de casa, pensaba nostálgicamente en el pasado. ¡Qué dulce recuerdo el de los paseos por los desmontes inmediatos al Canalillo, el de los descansos en los merenderos de Amaniel, hablando de amor, pasándose las naranjas de boca a boca, contentos del sol que les metía en el alma la alegría de su luz, gozosos de la noche que les protegía con su sombra, dando a sus caricias un nuevo encanto con la sonoridad de los nocturnos ecos!... Todo había huido para siempre; estaba lejos, tan lejos como parecía estar aquella Feli de los buenos tiempos, alegre, risueña y rebosando la admiración, de esta otra, afeada por la maternidad, triste por la miseria, y con gesto de desaliento, como si ya no tuviese fe en el porvenir de su hombre y se resignara a llevar la peor parte, cuidándolo como un niño grande, más por conmiseración maternal que por apasionamiento amoroso.

Los rayos del sol, chorros oblicuos de oro que venían de lo alto iluminando espirales de polvo, moscas y polillas, le hacían pensar nostálgicamente en las manchas verdes de la huerta, las manchas blancas de los caseríos, los penachos negros del puerto, repleto de vapores, y la triple fila de convexidades azules coronadas de espuma que venían á deshacerse con cadencioso estruendo sobre la playa color de bronce.