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La causa llego á las Córtes, pero se repitió que los chinos como pagaban podían imponer su ley aun en las ceremonias religiosas, aun cuando despues apostaten y se burlen del cristianismo. Los naturales y los mestizos se dieron por satisfechos y aprendieron á no perder su tiempo en semejantes futesas.

Apeáronse en este planeta, donde se detuviéron un año, y aprendiéron secretos muy curiosos, que se habrian dado á la imprenta, si no hubiese sido por los señores inquisidores que han encontrado proposiciones algo duras de tragar; pero yo logré leer el manuscrito en la biblioteca del Ilustrísimo Señor Arzobispo de ... que me permitió registrar sus libros, con toda la generosidad y bondad que á tan ilustre prelado caracterizan.

No quedó rincón madrileño que no vieran, desde el Campo de Guardias hasta la Pradera del Canal, y desde la Fuente de la Teja hasta las Ventas del Espíritu Santo, ni encrucijada por donde no pasaran, siendo uno de sus placeres favoritos examinar los lugares del Madrid antiguo descritos en novelas de capa y espada a cuarto la entrega, en las cuales aprendieron a retazos y malamente episodios que les hacían mirar ciertos sitios con un respeto entre ridículo y poético, dando como seguro que Felipe II presenció el asesinato de Escobedo desde un portal de la calle de la Almudena, y comentando, como si hubieran asistido a ellas, la muerte de Villamediana junto a San Ginés o aquella aventura en que Quevedo desafió a un hidalgo que había pegado un bofetón a una señora. ¡Qué diferencia había entre el entusiasmo con que iban adquiriendo aquella dislocada erudición de lances madrileños y el desprecio con que miraban las biografías latinas de Cornelio Nepote y los Trozos escogidos, que a ellos les parecían la pura esencia de lo inaguantable!

En la Universidad de Salamanca explicaron maestros tan insignes como Nebrija, Fray Luis de León, Melchor Cano, el Brocense, Fray Domingo Soto, Covarrubias, etc., y aprendieron los santos siguientes: San Juan de Sahagún, Santo Tomás de Villanueva, Santo Toribio de Mogrovejo, San Juan de la Cruz, San Pedro Bautista, San Miguel de los Santos y el Beato Juan de Rivera.

Como se recuerda a las personas más queridas de la familia, así vivieron y viven siempre con dulce memoria en la mente de Barbarita los dos maniquís de tamaño natural vestidos de mandarín que había en la tienda y en los cuales sus ojos aprendieron a ver.

D. Teodoro leía en los muertos y D. Carlos leía en las piedras, y así los dos aprendieron el modo de hacerse personas cabales. Por eso es D. Teodoro tan amigo de los pobres. Celipín, si me hubieras visto esta tarde cuando me llevaba al hombro.... Después me dio un vaso de leche y me echaba unas miradas como las que se echan a las señoras.

Los niños de hoy, convertidos en viejos, harían memoria de cómo aprendieron á jugar á la pelota con unos soldados llegados de una tierra de prodigios al otro lado del mar; las muchachas, hechas abuelas, se acordarían nostálgicamente del novio americano que tuvieron.

La exigua cantidad de renta del Estado, en que don José tenía invertidas sus economías, quedó, con los préstamos que sobre ella tomó y por el retraso de los pagos, reducida casi a la nada; la jubilación sufrió considerable descuento, las modestas alhajas de doña Manuela presto aprendieron el camino del Monte, y hasta las ropas hubo que empeñar.

Conozco bien este condado, aunque nací en el de Austin, en la aldehuela de Cando, y nada tengo que decir contra vosotros los de Hanson, pues no hay en la Guardia Blanca arqueros ni camaradas mejores que los que aprendieron á tirar el arco por estos contornos. Iremos contigo hasta Munster, muchacho, ya que eso poco nos apartará de nuestro camino.

Para sostenerlos, dispuso marchasen las compañias que consideró bastantes, á fin de que no fuesen sacrificados por los contrarios, pero depuso este pensamiento con la noticia que adquirió de que su verdadero designio era volver otra vez sobre Puno, para atacarle de nuevo con todas las fuerzas que habia reunido, lo mismo que habia ya recelado por el contesto de tres edictos librados por Pascual Alarapita y Pedro Ruiz Condori, que pocos dias antes se aprendieron á una india que los conducia.