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Hablaba bien el castellano por haber estado muchos años en la América del Sur. No opuso ninguna dificultad á la pretension de nuestros visitadores, dijo que podían examinar todo, todo, antes y despues de la representacion; durante ella les suplicaba se estuviesen tranquilos. Ben Zayb se sonreía y saboreaba el disgusto que preparaba al americano.

Además, la consideramos repugnante é indigna de todo recuerdo. No intente, gentleman, deslumbrarnos con sus descubrimientos. Aquí sabemos más que usted. Prescinda da nuevas observaciones y acuéstese prontito á tomar su leche. El americano tuvo que obedecer, avergonzado de su derrota. Las vacas, en fila incesante, subían y bajaban por una dobla rampa situada junto á la bomba.

Era sobrina de un riquísimo americano, Ricardo Darling, que había empezado por correr con los pies descalzos por las calles nacientes de Chicago vendiendo a los albañiles unos pasteles cuyo aroma era su principal alimento; y diga lo que quiera don César de Bazán, «El olor del festín...» es poca comida para un estómago de diez años.

M. Cuando se convenza de la imposibilidad de obtener por ahora un Gobierno propio que á su entender es el mejor, aceptará provisionalmente el que le impongan los E.U.; pero únicamente para que le sirva de medio para llegar mas ò menos tarde á la consecucion del Gobierno propio porque asì lo exije el progreso que es ley de todos los pueblos. Cuando el pueblo americano se oponga

En aquella habitación están coleccionados los más hermosos cuadros de la escuela de 1830, comprados á peso de oro por el fastuoso americano. El Degüello en una mezquita de Delacroix, fraterniza con el Concierto de los monos, de Decamp, y la Merienda de los segadores, el mejor cuadro de Millet, hace pareja con la Danza de las ninfas , de Corot.

¡Ay! La tierra ignora nuestros dolores. El príncipe sale de su abstracción, y ve al coronel que le saluda de lejos. Ya está de vuelta, acompañado de madame Toledo, cuya cabeza apenas le llega al hombro. Durante el camino ella ha mirado atrás muchas veces, con la esperanza de verse seguida por el suboficial americano.

Hasta veo tres coristas que se han vestido de negro con ropas prestadas por las amigas. Son polacas... Y más allá, mire usted a doña Zobeida envuelta en su manto americano, y a nuestra amiga Conchita con mantilla española... En el centro está Nélida, una Nélida que parece otra, humildita al lado de su madre, con la cabeza baja, sin nada llamativo, húmedos los hermosos ojazos. ¡Pobrecilla!

Antes de pasar adelante, conviene arrojar una mirada de conjunto sobre el maravilloso país que acabo de pisar, asombrado por las mil circunstancias especiales que hacen de él una de las regiones más favorecidas del suelo americano.

Con el americano se arregló, propinándole una estocada leve; ¡pobre muchacho! ¡qué gran servicio le había prestado sin saberlo! y de Ernestina se separó sin escándalo, sin intervenciones judiciales. Ella con sus parientes, con quien le diese la gana, y él otra vez a su cuarto de soltero, como si nada hubiese pasado y sus dos años de matrimonio fuesen un largo viaje por el país de las quimeras.

El espíritu americano no ha recibido en herencia ese instinto poético ancestral, que brota, como surgente límpida, del seno de la roca británica, cuando es el Moisés de un arte delicado quien la toca.