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Tomóla la capitana de Nápoles, llamada La Loba, regida por aquel rayo de la guerra, por el padre de los soldados, por aquel venturoso y jamás vencido capitán don Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz. Y no quiero dejar de decir lo que sucedió en la presa de La Presa.

Era sobrina de un riquísimo americano, Ricardo Darling, que había empezado por correr con los pies descalzos por las calles nacientes de Chicago vendiendo a los albañiles unos pasteles cuyo aroma era su principal alimento; y diga lo que quiera don César de Bazán, «El olor del festín...» es poca comida para un estómago de diez años.

Á orillas del Garona veremos después el villorrio de Bazán, donde me detuve tres días á mi regreso de la última campaña; y la culpa fué de las hijas del talabartero del lugar, tres pimpollos á cual más rozagante y á las cuales palabra de casamiento. ¿Á las tres? El diablo enredó las cosas de manera que no hubo medio de dejar una ó dos buscando novio.

Although in his earlier novels he is a pronounced realist, he displays a care-free optimism and a sympathetic humor that distinguish his work from the cynicism of Pardo Bazán and the bitter invectiveness of Blasco Ibáñez, nor has he the seriousness of purpose that characterizes Pérez Galdós. His style is usually direct and simple, but at times it becomes careless or even dull.

Mi intento era y es escribir sobre el particular cuanto se me ocurra y reunirlo luego en un librito, imprimiendo de él muy corto número de ejemplares. Así las cosas, veo hoy en El Liberal un artículo en que mi ilustre amiga, Doña Emilia Pardo Bazán, trata de impugnar lo que he dicho y hasta lo que no he dicho.

No falta en Galicia quien tome su mate por las tardes leyendo Caras y Caretas o El Mundo Argentino. Y a el separatismo político no me asusta; pero este separatismo práctico me parece una cosa muy seria. Las provincias están llenas con estatuas de grandes hombres, sin contar las grandes mujeres, como Concepción Arenal y doña Emilia Pardo Bazán.

Hecho ya este inevitable reparo, no he de negar que el libro del Sr. Taylor es de muy amena lectura, contiene muchas noticias, y á veces encomia hasta con entusiasmo á no pocas personas y bastantes cosas de España. Da, por ejemplo, justos y atinados elogios á varios de los más notables de nuestros políticos y literatos, como Castelar, Moret, Echegaray, Emilia Pardo Bazán, Cánovas y Sagasta.

A la derecha de la Real iba la capitana de Roma con su capitán Colonna, y la de Venecia con Veniero, a la izquierda. Llevaba la Real a popa la nao del comendador de Castilla don Luis de Requesens, y con don Alvaro de Bazan, marqués de Santa Cruz, formaban la retaguardia treinta y cinco galeras. Mayor en número de naves era la armada infiel.

Sabemos igualmente que participó en la jornada de las Islas Terceras contra los portugueses, campaña que tuvo menos de dos meses de duración, desde el 23 de junio de 1583, en que zarpó de Lisboa la armada de don Alvaro de Bazán, hasta el 15 de setiembre, en que regresó a Cádiz.

España está decadente y enferma, y es menester curarla y regenerarla. Para tan buen fin cada orador propone y ofrece medicamentos que juzga infalibles: la patriótica panacea que a fuerza de cavilar ha descubierto. El discurso pronunciado por doña Emilia Pardo Bazán en los Juegos florales de Orense, tiene este carácter medicinal y regenerador.