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No voy, porque tu hermano me odia contestó claramente Martín. No, no lo creas. ¡Bah! Yo lo que me digo. El odio existía. Se manifestó primeramente en el juego de pelota. Tenía Martín un rival en un chico navarro, de la Ribera del Ebro, hijo de un carabinero. A este rival le llamaban el Cacho, porque era zurdo.

¡Ah, pecador de -respondió don Quijote-, y qué mal parece en los gobernadores el no saber leer ni escribir!; porque has de saber, ¡oh Sancho!, que no saber un hombre leer, o ser zurdo, arguye una de dos cosas: o que fue hijo de padres demasiado de humildes y bajos, o él tan travieso y malo que no pudo entrar en el buen uso ni la buena doctrina.

En este tiempo, a nuestro Astrólogo o Mágico se lo había llevado de una aplopejía el demoñuelo zurdo que sustituía al Cojuelo, y bajó a pedir justicia a Lucifer en el güeso del alma, sin las mondaduras del cuerpo, del quebrantamiento de su redoma; y doña Tomasa, no olvidando los desaires de don Cleofás, trataba con otra requisitoria de venir a Sevilla, con un galán nuevo que tenía, soldado de los galeones, para tomar venganza casándose con el licenciado Vireno de Madrid la Olimpia de mala mano , sabiendo que se había escapado allá.

Saludónos a su manera, y tras él entró un mulato zurdo y bizco, un sombrero con más falda que un monte y más copa que un nogal, la espada con más gavilanes que la caza del Rey, un coleto de ante. Traía la cara de punto, porque a puros chirlos la tenía toda hilvanada. Entró y sentóse, saludando a los de casa, y a mi tío le dijo: -A fe, Alonso, que lo han pagado bien el Romo y el Garroso.

Mucho hay que hacer y que ganar en el mundo, amigo, pero no para los que se encierran entre cuatro paredes. Pues entonces ¿por qué te hiciste novicio? Justa es la pregunta, á fe mía y no difícil la respuesta. Porque la rubia Margot, de la Granja Real, se casó con Gandolfo el Zurdo, un pillete de siete suelas, dejando plantado á Tristán de Horla, no obstante sus promesas y otras cosas que yo me .

Y estando dicho Tristán enamorado como un bolonio, se metió en el convento, en lugar de pedir al rey una alabarda ó un arco y de dar al Zurdo un pie de paliza como para él solo.

-También me vengara yo si pudiera, fuera o no fuera armado caballero, pero no pude; aunque tengo para que aquellos que se holgaron conmigo no eran fantasmas ni hombres encantados, como vuestra merced dice, sino hombres de carne y hueso como nosotros; y todos, según los nombrar cuando me volteaban, tenían sus nombres: que el uno se llamaba Pedro Martínez, y el otro Tenorio Hernández, y el ventero que se llamaba Juan Palomeque el Zurdo.

Saludónos a su manera, y tras él entró un mulato, zurdo y bizco, un sombrero con más falda que un monte y más copa que un nogal, la espada con más gavilanes que la caza del rey, un coleto de ante. Traía la cara de punto, porque a puros chirlos la tenía toda hilvanada. Entró y sentóse, saludando a los de casa.

Y estando haciendo semejantes estremos y lamentaciones, entró un diablejo zurdo, mozo de retrete de Satanás, diciendo que Satanás su señor le besaba las manos ; que había sentido la bellaquería que había usado el Cojuelo; que él trataría de que se castigase, y que entre tanto se quedase él sirviéndole en su lugar.