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Había que trabajar como los primeros apóstoles del cristianismo, seguros del porvenir, pero sin prisa por ver realizadas sus ideas; puestos los ojos, en la labor del día, sin pensar en los años y los siglos que tardaría en dar su fruto. El ardor del proselitismo le hizo abandonar París a los cinco años.

Se expresaba con vehemencia, moviendo instintivamente los brazos, como hombre habituado de larga fecha a hablar en público, ardiendo con la llama del proselitismo.

Buscaba la paz y el silencio, y le rodeaba en pequeñas proporciones el mismo ambiente de proselitismo y ciegos entusiasmos que en su época de martirio. Deseaba anularse y desaparecer al penetrar en la catedral, y la suerte se burlaba, resucitando al agitador en pleno escondite, para turbar la paz de aquella ruina.

El maestro, con toda su autoridad de jefe de cuadrilla, al que nadie puede contestar ni discutir, rodaba los ojos mirando al Nacional, y éste permanecía en silenciosa obediencia. Pero más fuerte que su subordinación era el impulso de proselitismo de su alma simple. Y bastaba una palabra insignificante, para que al momento entablase discusión con los viajeros, intentando convencerles de la verdad.

Al volver a Barcelona, la vida de Gabriel fue un torbellino de proselitismo, de luchas y de persecuciones. Los compañeros le respetaban, viendo en él al amigo de los grandes propagandistas de «la idea», al hombre que había corrido casi toda Europa y se escribía con los revolucionarios más famosos. No se celebraba mitin sin el compañero Luna.

Pertenecen estas dos leyes al órden político, aunque el carácter de la una mas parece á primera vista religioso, y el de la otra de mera policía y buen gobierno; y cumple recordarlas aquí porque, aunque ominosas á nuestra cristiana, ellas contribuyeron poderosamente á cimentar el poder islamita en España, á fomentar el espíritu de proselitismo sin el cual la nacionalidad mahometana no puede existir, á hacer la monarquía musulmana una y compacta, y prepararon finalmente las vias al tremendo aluvion de conquistas con que cubrió despues los aniquilados restos de la España cristiana el impetuoso Almanzor. «Todo hijo de padre ó madre mahometano, será mahometano tambien, so pena de muertedecia la una ; la otra venia á ser una mera confirmacion de un artículo del fuero otorgado por Alboacem: «El que dijere mal de Mahoma ó de su Ley, sea muertoCon esta draconiana sencillez consignaba Abde-r-rahman el victorioso su celo por el completo triunfo del Islamismo y su obsequio á la alta razon de Estado.

Pero el antiguo seminarista no era capaz de permanecer inactivo con su bagaje de nuevas ideas. Necesitaba creer en algo, dedicar a la defensa de un ideal la fe de su carácter, hacer uso de aquel ardor de proselitismo que había causado admiración en la clase de Elocuencia del Seminario. La sociología revolucionaria se apoderó de él.

Su dulzura, cuando la mostrara, debía ser forzada; su ira, sincera: todo acusaba en él un carácter antes propio de la energía del luchar que para la complacencia del querer. Su alma, poseída de devoción sombría, debía sentir mejor el vehemente proselitismo de Pedro Arbúes que el dulce amor a Dios de Santa Teresa.

Lo único verosímil, era que obrase impulsado no más que por proselitismo religioso, y en este caso, para comprometer en la empresa la paz y la dicha de la familia, su fanatismo debía ser grande. ¿Cómo arriesgarse, de otra suerte, a promover una escisión entre padres e hijos, aventurando la tranquilidad del hogar y la poca salud de don José, por sólo la falta de cumplimiento en los deberes piadosos?

Gabriel olvidaba toda prudencia en el ardor de la discusión. No le inspiraba miedo el Vara de plata con su gesto de inquisidor incapaz de razonamientos; quería convencerle; sentía el ardor, el impulso irresistible de sus tiempos de proselitismo, y hablaba sin recatar sus pensamientos, sin buscarles ningún disfraz por consideración al ambiente que le rodeaba.